Aunque el numero 13 de esta puerta del pueblo riojano de Tirgo, no se ve claramente, si que se puede apreciar que en su día lo fue
A continuación otro de los relatos de "Los Relatores" sobre el Nº 13
LA PUERTA NÚMERO 13
Mar Olmedo
La primera vez que vio la puerta le causó una honda impresión, estaba destartalada, medio rota, ajada. Entre las ruinas de aquella casa solo se veía claramente el número trece, era llamativo, acusador y le evocaba desaliento.
No frecuentaba casi nunca aquellas calles del barrio antiguo de Valencia, pero esta vez sus amigos le habían empujado a ir de marcha y los locales más concurridos estaban en esa zona.
A Norberto embutido normalmente en los estudios y en acabar su carrera cuanto antes, no le atraía nada la noche, pero esta vez no supo negarse.
Pasados unos días tuvo sueños repetitivos e inquietantes sobre aquella puerta que se le aparecía constantemente y el número, ese número trece que le estaba volviendo loco.
Un domingo decidió acercarse a esa zona, quizás el día le aclararía algo más de esa pesadilla obsesiva.
Conforme se acercaba al barrio todo le parecía desprovisto de gracia, un kiosco de prensa era lo único que daba algo de vida a aquella anodina calle, pero la puerta si, la puerta le atraía y a la vez le sobrecogía, se acercó a ella acarició su rugosa madera y comprobó que tenía una cerradura antigua algo oxidada, de las de llave grande y negra. Aburrido y algo aturdido se alejó, pensando que quizás estaba un poco cansado de tanto estudiar. No tenía ningún sentido seguir allí.
Pasados unos meses una vecina de su madre “Vicentita”le llamó por teléfono:
-Norberto, tu madre está muy mal, la enfermedad ha empeorado.
-Quieres que vaya.
-Creo que sería lo mejor, no hace más que repetir tu nombre, ven en cuánto puedas.
Nervioso miró en Internet el horario de autobuses y al día siguiente partió hacía el pueblo.
Cuando vio a su madre, no se lo podía creer estaba muy desmejorada, apenas la reconocía, su habla era dificultosa, nada más verlo se le iluminaron los ojos:
-Hijo mío, que ganas de verte, ven, ven que te abrace.
Norberto se acercó emocionado.
-Te quiero mucho hijo, solo espero que algún día me perdones.
-No te entiendo mama.
-No importa, solo un beso más.
La madre murió al día siguiente, llenos de tristeza todo el pueblo acudió al sepelio.
Al día siguiente ”Vicentita” con la mirada baja le entregó un sobre abultado a Norberto.
-Toma esto, es para ti, tu madre me hizo prometer que te lo daría en cuánto ella ya no estuviera aquí y sigilosamente salió de la estancia.
Norberto abrió el sobre y junto a una llave antigua, enorme, había una carta que decía así:
No espero que lo comprendas, solo quiero que no me odies.
Yo no podía tener hijos.
Norberto dejo de leer un momento tragó saliva y continúo:
Vivíamos en Valencia y cuando el Doctor Pérez nos confirmó la noticia entré en una profunda depresión. Tu padre no sabía que hacer y yo me pasaba las horas mirando la ventana, llorando y sin apenas comer. Después de varios años de tristeza La chica que limpiaba el piso ”Tere” nos comunicó que estaba embarazada con lágrimas en los ojos nos dijo que su novio no se haría cargo de nada, estaba desolada. A mí me entró una alegría profunda le dije que no se preocupara de nada que lo cuidaríamos entre los tres, ella agradecida beso mis manos y me dijo que nunca lo olvidaría.
La cosa se complicó en el parto, antes, no sé si sabrás los hijos nacían en la propia casa con una matrona que les atendía. Tere se puso de parto pero tu venías de pie, cuando vio la dificultad dijo que me dieran aviso y yo acudí enseguida, era una planta baja, una casa vieja con el número trece en la puerta.
Norberto respiró profundamente y las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas, continúo leyendo:
La pobre Tere se estaba muriendo y me rogó que me hiciera cargo de ti, me decía esté niño tiene que nacer y tener suerte, sólo con usted lo logrará. Tu madre expiró y la matrona entendiéndolo todo te puso en mis brazos y yo no lo dude un segundo, serías mi hijo.
A la matrona le pagamos una suma elevada y desapareció de nuestras vidas, la casa todavía está en pie en este sobre tienes la llave, la compramos enseguida, la pobre Tere, te parecerá una monstruosidad, pero entre tu padre y yo la enterramos allí.
Norberto, espero que me perdones, has sido lo mejor de mi vida y el deseo de Tere era que disfrutarás de una vida con suerte. Aprovéchala. Lo siento.
Tu madre que te quiere.
Norberto cayó en el suelo con la carta en las manos, esa carta le hablaba de suerte, del número trece, de una mujer que había muerto ¿Qué era su vida ahora? Como afrontarlo todo. Cabizbajo pensó, cómo iba a vivir con una vida así tras de él, el número trece no le dejaría dormir jamás.
No frecuentaba casi nunca aquellas calles del barrio antiguo de Valencia, pero esta vez sus amigos le habían empujado a ir de marcha y los locales más concurridos estaban en esa zona.
A Norberto embutido normalmente en los estudios y en acabar su carrera cuanto antes, no le atraía nada la noche, pero esta vez no supo negarse.
Pasados unos días tuvo sueños repetitivos e inquietantes sobre aquella puerta que se le aparecía constantemente y el número, ese número trece que le estaba volviendo loco.
Un domingo decidió acercarse a esa zona, quizás el día le aclararía algo más de esa pesadilla obsesiva.
Conforme se acercaba al barrio todo le parecía desprovisto de gracia, un kiosco de prensa era lo único que daba algo de vida a aquella anodina calle, pero la puerta si, la puerta le atraía y a la vez le sobrecogía, se acercó a ella acarició su rugosa madera y comprobó que tenía una cerradura antigua algo oxidada, de las de llave grande y negra. Aburrido y algo aturdido se alejó, pensando que quizás estaba un poco cansado de tanto estudiar. No tenía ningún sentido seguir allí.
Pasados unos meses una vecina de su madre “Vicentita”le llamó por teléfono:
-Norberto, tu madre está muy mal, la enfermedad ha empeorado.
-Quieres que vaya.
-Creo que sería lo mejor, no hace más que repetir tu nombre, ven en cuánto puedas.
Nervioso miró en Internet el horario de autobuses y al día siguiente partió hacía el pueblo.
Cuando vio a su madre, no se lo podía creer estaba muy desmejorada, apenas la reconocía, su habla era dificultosa, nada más verlo se le iluminaron los ojos:
-Hijo mío, que ganas de verte, ven, ven que te abrace.
Norberto se acercó emocionado.
-Te quiero mucho hijo, solo espero que algún día me perdones.
-No te entiendo mama.
-No importa, solo un beso más.
La madre murió al día siguiente, llenos de tristeza todo el pueblo acudió al sepelio.
Al día siguiente ”Vicentita” con la mirada baja le entregó un sobre abultado a Norberto.
-Toma esto, es para ti, tu madre me hizo prometer que te lo daría en cuánto ella ya no estuviera aquí y sigilosamente salió de la estancia.
Norberto abrió el sobre y junto a una llave antigua, enorme, había una carta que decía así:
No espero que lo comprendas, solo quiero que no me odies.
Yo no podía tener hijos.
Norberto dejo de leer un momento tragó saliva y continúo:
Vivíamos en Valencia y cuando el Doctor Pérez nos confirmó la noticia entré en una profunda depresión. Tu padre no sabía que hacer y yo me pasaba las horas mirando la ventana, llorando y sin apenas comer. Después de varios años de tristeza La chica que limpiaba el piso ”Tere” nos comunicó que estaba embarazada con lágrimas en los ojos nos dijo que su novio no se haría cargo de nada, estaba desolada. A mí me entró una alegría profunda le dije que no se preocupara de nada que lo cuidaríamos entre los tres, ella agradecida beso mis manos y me dijo que nunca lo olvidaría.
La cosa se complicó en el parto, antes, no sé si sabrás los hijos nacían en la propia casa con una matrona que les atendía. Tere se puso de parto pero tu venías de pie, cuando vio la dificultad dijo que me dieran aviso y yo acudí enseguida, era una planta baja, una casa vieja con el número trece en la puerta.
Norberto respiró profundamente y las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas, continúo leyendo:
La pobre Tere se estaba muriendo y me rogó que me hiciera cargo de ti, me decía esté niño tiene que nacer y tener suerte, sólo con usted lo logrará. Tu madre expiró y la matrona entendiéndolo todo te puso en mis brazos y yo no lo dude un segundo, serías mi hijo.
A la matrona le pagamos una suma elevada y desapareció de nuestras vidas, la casa todavía está en pie en este sobre tienes la llave, la compramos enseguida, la pobre Tere, te parecerá una monstruosidad, pero entre tu padre y yo la enterramos allí.
Norberto, espero que me perdones, has sido lo mejor de mi vida y el deseo de Tere era que disfrutarás de una vida con suerte. Aprovéchala. Lo siento.
Tu madre que te quiere.
Norberto cayó en el suelo con la carta en las manos, esa carta le hablaba de suerte, del número trece, de una mujer que había muerto ¿Qué era su vida ahora? Como afrontarlo todo. Cabizbajo pensó, cómo iba a vivir con una vida así tras de él, el número trece no le dejaría dormir jamás.
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