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jueves, 18 de agosto de 2016

TRES PUERTAS TRECE DE JACA


¿Sabías que existe una enfermedad llamada "triscaidecafobia" que es el miedo al número 13? Se dice que las personas que la sufren se quedarían en sus casas los martes o viernes que coinciden con esta fecha, sienten tanto miedo a este número que ni pueden verlo, y ni tan siquiera permiten que se les hable de él. 


Y esto es debido a que en nuestra cultura se le señala como un número siniestro, y además se le asocia a desgracias, adversidades, y mucha negatividad.  Pero, también hay quien dice que este peculiar número les trae buena suerte.


Y cómo tenía por costumbre hace ya algún tiempo, hoy, aunque no tiene nada que ver con el Nº 13,  también os dejo un relato de mi amiga Rosario Raro 

DE INCÓGNITO
Me veo y no me lo creo. El día de mi graduación allí tan elegante con mi traje, después de mi discurso, mis calificaciones ampliadas con todos los honores porque hay que reconocer que retóricos somos un rato. Además estas celebraciones demuestran que somos un espejo maltrecho de los EEUU o de los USA in english. En una viñeta vi una vez que aparecían los países de América del Sur como los USADOS.
Hablamos tanto porque necesitamos explicarlo todo con mucho detalle, que no se pierda ningún matiz. Había una especie de promesa social respecto a mi futuro. Iba a ser el amo del mundo, me animaban a postular para presidente: con esa planta, lo bien que hablas y lo que sabes. Y no solo me lo decía mi mamá o las vecinas. Estuve en la universidad unos años como profesor de apoyo, me gustaba mucho el contacto con los alumnos, sobre todo con las alumnas. Después gané las oposiciones y me contrataron en el ministerio. Vivía muy muy bien: parrillada los domingos, compras los sábados en tiendas de lujo, viajes internacionales... hasta que llegó la malversación de los caudales públicos que fue lo que nuestros políticos nos hicieron a todos y rumbo a la vieja España a devolverles la visita que tantos antepasados nuestros y suyos nos hicieron.
Y aquí estoy, en este autobús de la EMT en dirección al centro con mi bolsa Gucci en bandolera de donde en diez minutos sacaré mi disfraz de Dora la Exploradora y comenzaré a trabajar. Un euro por foto. No está mal. Los niños me preguntan por el mono Botas y sobre todo por el mapa, qué dónde lo tengo, que cómo me voy a orientar sin él, que me perderé. No hablo para que mi voz no los desengañe. 

jueves, 17 de marzo de 2016

PUERTA 13 DE UN CASAL FALLERO - VALENCIA

Ya que estos días en Valencia se están celebrando sus muy famosas fiestas de "Las Fallas" he pensado en hacer la entrada de hoy con esta puerta de un "casal fallero" que me envió María Rosa.

Casal Faller Lope de Vega, que está en la calle Manyans, cerca de la Plaza Redonda.

 Nada más que leí lo de la Plaza Redonda recordé una canción que de pequeña solíamos cantar, y que dice así:

En la plaza la Redonda Redonda hay una zapatería
donde van las chicas guapas a tomarse la medida.
Se levantan la faldita se le ven las pantorrillas
 y el zapatero las mira y se cae de la silla.

Un "casal" es el lugar en donde se suelen reunir todos los falleros y falleras, allí se almuerza, se come, se cena. Es el punto de reunión para cada actividad que se hace durante los cinco días que duran estas fiestas.

Durante el resto del año es allí donde se celebran las reuniones, se decide cómo va a ser la siguiente Falla, y también se eligen a las falleras mayores, y de vez en cuando se hace alguna que otra cena.


Falla Na Jordana del año 2013


Todos los años mis primos me mandan fotos para compartir con vosotros. Seguro que mucho ya sabéis el por qué de esta tradición, pero para los que no lo saben, aquí va un pequeño resumen.  

Hace muchos años algunos carpinteros valencianos, para celebrar la festividad de san José, su patrón, decidieron sacar los restos de madera y trastos viejos que tenían en sus carpinterías y hacer con ella una hoguera en la calle. Poco a poco, y con el paso de los años esas hogueras se han convertido en estas grandes obras de arte, que mañana, a partir de las 12 de la noche serán quemadas.  

Falla Manises 2013

Por doquier puedes verlas, tan solo en Valencia hay unas 800 

Ninots 

Hasta se ha creado una zona conocida como La Ciudad Fallera, en donde los artistas falleros trabajan durante todo el año creando los ninots. Así se les llama a los muñecos o personajes que forman las Fallas. 

Traje típico de una valenciana

Y aquí estoy yo, tal día como el de hoy de hace muchoooooooooooooos años, llevando un ramo de flores en la ofrenda a la Virgen de los Desamparados, patrona de Valencia.
Tengo que decir que ahora los trajes no tiene nada que ver con éste. Tienen mucho más color, y sus faldas son largas hasta los tobillos. 

miércoles, 20 de enero de 2016

UNA 13 DE SHANGHÁI - CHINA

Hay un dicho que dice que más vale tarde que nunca, y eso es lo que hoy me he dicho, cuando en mi Facebook he visto estas fotos de un edificio con la numeración 13 que mi amigo Leopoldo Trillo Figueroa fotografió para mi cuando estuvo en China.  


Cuando me enteré que iba a viajar a este país le dije que no se olvidase de fotografiarme una puerta 13. pero a pesar de que me dijo que si que la había fotografiado, nunca me la enviaba, y creo que de eso hace ya unos dos años.  

Pero hace unas semanas me prometió que hoy me las enviaría y, cómo podéis ver ha cumplido su promesa. Aunque tengo que deciros que también me preguntaba, el porqué había elegido este día para enviarlas. Pero nada más leer el siguiente mensaje que junto a ellas me ha enviado, enseguida lo he sabido. "A Leo, cómo los amigos le llamamos, le encanta hacer juegos con las palabras" 


UNA PROMESA.
Hoy cumplo una promes y mes y mes y mes... hace que hice.
Dicen que el número 13 da mala suerte, pero también dicen que la excepción confirma la regla. He de reconocer que me agrada más la segunda afirmación que la primera.
Hace ya algún tiempo, en el taller de escritura al que asistía en la UJI, la profesora, mi hoy buena amiga Rosario Raro, nos dijo que en su larga estancia en Perú conoció a Paca y que, entre otras cosas, porque Paca es muy polifacética, tenía un blog en el que estaba poniendo fotografías de puertas de edificios. Eso sí, todas ellas tenían en común el número 13.
Por eso digo que la excepción confirma la regla. Gracias al número 13 y a que, con un simpático comentario sobre el parecido entre trece y recé, le envié una foto de la puerta de la iglesia de Gúdar (Teruel), que tiene ese número, conocí a Paca Sapena y desde entonces nos apreciamos.
Cuando el año pasado fui a China le dije a Paca que le traería la foto de una puerta 13. Ella me creyó, no tenía motivos para no hacerlo. Ya le había enviado otras.
He de reconocer que me obsesioné cuando, pese a mi buena voluntad, no conseguí por unos u otros motivos hacer una foto medianamente digna. Normalmente íbamos en grupo y nos desplazábamos en autobús. No nos podíamos perder. La ciudad de Benjing, por si no lo sabéis, tiene una extensión de 16.800 km2 (como tres veces la Rioja o algo más del doble de la de Castellón).
Yo no buscaba puertas 13 normales, quería que tuvieran algo especial. Pero o no tuve suerte o mi listón selectivo lo puse demasiado alto. Lo cierto es que ninguna me satisfacía plenamente. Hice algunas pero no la que yo quería.
El último día, de camino hacia el hotel de Shanghai para ir al aeropuerto, alguien del autobús le dijo a la guía si podíamos detenernos un poco en el bund (malecón) de Puxi, en una parte del río Huangpu, desde el que se divisaba la parte más moderna de Shanghai, Pudong, y en la que se encuentran esos edificios que parecen una réplica del skyline neoyorkino.
BUScando donde aparcar el BUS, apareció ante mi vista lo que ya daba por perdido. Una inigualable puerta 13. Era la puerta que yo quería llevarle a Paca para cumplir mi promesa.
Al detenerse el autobús, acordando previamente con la guía el lugar y la hora del reencuentro, salí corriendo con mi cámara para fotografiar ese edificio. Un edificio histórico que fue construido en 1927 y que es la sede de la aduana de la ciudad.

jueves, 7 de enero de 2016

UN RELATO Y UNA PUERTA 13, LEO ME HA REGALADO

Al abrir mi Facebook me he encontrado con la grata sorpresa, de ver que Leopoldo Trillo, uno de mis amigos me ha dedicado un relato con relación a la entrada que he hecho para la noche de los Reyes Magos.

El mensaje decía:
Paca a la vista de la fotografía de ese calzado que tienes en tu Facebook, se me ha ocurrido este pequeño relato que espero te agrade tanto como a mí tu amistad. Tómalo como un pequeño e inesperado regalo post navideño.

También decía:
  Este relato se lo he escrito y dedicado a mi amiga de FB, Paca Sapena, a la vista de la fotografía que tenía en su muro. Según ella, el calzado, estaba embarrado por su deambular con él por sendas de montaña porque le encanta disfrutar de y en... la naturaleza. Decía que lo iba a colocar bajo el árbol de navidad para ver si le traían algún regalo. Otros no sé, pero este regalo me consta que le llegó y le llegó (a su ordenador y a su agradecida mente


RELATO

"Esto que les voy a contar le sucedió a mi amiga Paca Sapena la noche del 24 de diciembre último. Yendo hacia su casa en Navarrete, un precioso pueblo riojano, vio a un grupo de gente agolpada alrededor de un hombre que iba vestido con un traje negro, y cubría su cabeza con una chistera. Era un viejo mago. Delante de él tenía una pequeña mesita y, detrás, una pizarra sin nada escrito en ella. A Paca le resultó curioso, y se acercó a ver que hacía aquel hombre.

Como es hermosa, el mago se fijó en ella, y señalando una bolsa que llevaba Paca le dijo que, si a ella no le importaba, podía decir lo que contenía. Ella, mirando la bolsa y comprobando que era totalmente blanca y no se veía lo que llevaba, aceptó el reto.

El Mago sacó una baraja española y, después de barajarla, le pidió a Paca que extrajera una carta y se la enseñara. Paca, así lo hizo. La carta era una sota.

El mago, escribió con tiza en la pizarra:

SOTA.

- Ésta es una noche especial – dijo el mago – por eso voy a hacer que aparezca algo relacionado con ella.

Se quitó entonces la chistera y, después de mostrarla a los asistentes para que comprobaran que estaba vacía, la dejó boca arriba encima de la mesita. A continuación sacó un pañuelo blanco de uno de sus bolsillos y cubrió la chistera con él.

Después de tirar unos polvos mágicos por encima, metió su mano izquierda en ella y la sacó de nuevo pero cubierta con el pañuelo. Con la otra mano quitó el pañuelo que la cubría y, al descubrirla, el público asistente pudo comprobar que en esa mano tenía una paloma blanca.

Entonces, dirigiéndose a Paca, le dijo:

-¿Qué tienen en común la paloma blanca y esta noche navideña?
Paca, sin dudarlo, dijo: 

- La paz.

- ¡Efectivamente! –sonrió el mago al comprobar la sagacidad de Paca – ésta es una noche de paz y, la paloma blanca, es el símbolo de la paz.

Entonces, tomando de nuevo la tiza, escribió en la pizarra:

PAZ.


Ahora en la pizarra se podían leer las dos palabras que había escrito el mago.

SOTA y PAZ.

Dirigiéndose de nuevo a Paca, le dijo:

- Si a esa bolsa que lleva le diéramos la vuelta veríamos lo que contiene; pero, como no me lo ha dicho, para saber lo que contiene le agradeceré que lea las palabras escritas en la pizarra pero dándoles también la vuelta. Léalas desde la derecha hacia la izquierda. Paca, haciendo lo que le pedía, leyó:

-ZAP ATOS –

Después, Paca, abrió la bolsa mostrando unos zapatos. El público, al verlos, aplaudió al mago."

Escrito por LEOpoldo J. Trillo-Figueroa Ygual



Tengo que deciros, que cuando lo leí me emocioné mucho, e inmediatamente pensé en compartirlo con vosotros.  Y, como siempre me gusta poner alguna foto que tenga relación con lo que escribo, pues busqué entre mis fotos, y encontré ésta que me hice en el pueblo de Castañares de Rioja. 

Todavía recuerdo ese día, fue en la Semana Santa del 2011, cuando recorríamos "TODA" La Rioja, ese día fuimos a recorrer algunos de los pueblos de la comarca de Santo Domingo, y nos cayó una inesperada tormenta  que nos dejó completamente empapados. En la foto no se aprecia, pero llevaba los calcetines y los zapatos completamente mojados.

Pero aquí no termina todo, justo cuando estaba preparando esta entrada, me ha entrado otro mensaje de Leo, en el que me decía: 



Paca, lo más gratificante par mi es que, al ver tu perfil en FB, me he percatado de varios detalles que, hasta ahora, me habían pasado desapercibidos. Coincidencias que me ocurren muchas veces con nuestra común amiga Rosario y que nos agradan a ambos. Curiosidades que ahora me suceden contigo. Rosario tiene el mismo nombre que mi madre y tú naciste el mismo día que nació mi padre aunque él justo cuarenta años antes, en 1915. Por lo que dices, los dos nacimos en Valencia. Tú estudiaste en Rodrigo Botet y yo nací al lado de la plaza Rodrigo Botet (la del Hotel Astoria). Nací en la calle Embajador Vich que confluye en ella. Pero, lo más curioso es que a ti te agradan las puertas 13 y, la puerta de la finca en la que nací, viví varios años y en la que todavía conservo alguna propiedad es la de la fotografía que te adjunto.


Gracias Leo, por considerarme tu amiga, y hacerme estos regalos tan bonitos.

viernes, 18 de diciembre de 2015

DOS TRECES EN CAPARROSO - Navarra


Hoy os dejo dos puertas 13 de Caparroso, pueblo navarro por el que había pasado varias veces, pero nunca había parado y, no hace mucho, al pasar por él decidimos hacerlo y dimos un bonito paseo. Y, callejenado, callejeando, por algunas de sus empinadas calles de su casco antiguo me topé con estas dos treces.  

Y para finalizar os dejo otro de los relatos, que mi amiga Rosario Raro me envió 

EL COTILLEO
Trabajo a gusto aquí pero siempre con el temor de que se enteren. Cada vez que escucho una conversación a media voz o bisbiseando pienso que están hablando de mí, que ya lo saben. Por lo demás, todo bien, mis compañeras son muy agradables, cada una de un país, así aprendo lenguas. A ambos lados de la cinta transportadora nos intercambiamos palabras, ellas me preguntan cómo se dicen algunas cosas en castellano y después me lo dicen en rumano, en árabe y las ecuatorianas se ríen porque allí siempre significa otra cosa y además sexual.
Los jefes nos observan desde la planta de arriba. Sus despachos son como balcones que cuelgan a los lados de la nave. Alguno a veces me mira fijamente y yo me estremezco porque creo que ya lo sabe. Después lo llaman por el móvil y vuelve a entrar en su garita. La planta baja es inmensa, durante todo el día llegan los camiones, solo cambia el color de sus cajas: azul, amarillo o verde, como los semáforos.
Cada mes, cuando cobro me compro una camiseta después de ducharme durante más tiempo del habitual.
No contesto preguntas sobre mí. Me inventé entero un currículum muy breve para que me cogieran. Además no me guardé copia porque lo hice en un cíber y allí se quedó en el escritorio del ordenador por si alguien decide suplantarme. Entonces, como ni sé lo que puse, pues no digo nada para no contradecirme. No sea que estas aprendan español y se lo cuenten a los jefes. En una situación de tanta depredación como esta, nunca se sabe.
Lo que más me gusta de este trabajo, porque lo más sorprendente es que me gusta, es cuando entre los objetos que clasificamos se cuela algo que no tendría que estar ahí. Tenemos un pacto, lo coge la que le pasa más cerca.
Este mes cuando cobre me compraré una colonia. Eso sí, de 20€ no de 200€, que eso sí que sería un disparate.
Además me gusta uno de los chóferes. Calculo el tiempo de su ronda para saber cuándo llega, pero claro, me he prohibido ir más allá, tener ningún tipo de relación, ni de amistad siquiera porque tendría que mentirle y ya empezaríamos mal.
Dicen que a un escritor se le conoce por su papelera, a una sociedad por la basura. Aquí hay de todo, aunque hay que decir que las últimas semanas ya nos llega muy esquilmada. Traen toda menos la orgánica, que dicen, cada día es menos, sobre todo la de los supermercados, por la cantidad de personas que esperan a que cierren para rescatar productos que solo tienen dañado el envase -lo que nosotras clasificamos después- o demasiado inminente su fecha de caducidad. Yo no sé cuánto durará esto, pero seguro que hasta que sepan lo que soy en realidad y me pongan de patitas en la calle, sin explicaciones, ni finiquito ni paro. Aducirán que les engañé y ya está. Los jefes se pondrán como fieras cuando sepan lo de mi MBA, Master in Business Administration. Por si eso fuera poco además de Ciencias Políticas y Sociología, dos años después estudié Económicas. Pero, mira, si no me descubren igual salgo de aquí más políglota aún de lo que entré.

lunes, 14 de diciembre de 2015

EL SEPULTURERO - María Ángeles Fernandez Giménez

EL SEPULTURERO


María Ángeles Fernández Giménez


 


Algunas puertas nos permiten entrar pero no salir, otras impiden ver lo que hay al otro lado y unas pocas encierran secretos que sería mejor no descubrir.
Sin ser todavía consciente yo acababa de abrir una de ellas, cuando decidí comprar una casa en un pequeño pueblo de montaña y, aunque era un hombre que no se asustaba por nada, intuía que mi futuro hogar escondía un secreto inquietante entre sus muros de piedra.
Todos los días el sepulturero de aquel tranquilo lugar se paraba delante de mi ventana para saludarme, yo le sonreía, y él seguía caminando hasta llegar al cementerio de paredes blancas que se encontraba al final del camino.


Una mañana, a diferencia de otras veces y a pesar del frío que hacía fuera, me hizo un gesto con la cabeza para que saliese al exterior, una vez allí, me lanzó una pregunta.


-¿Quiere usted que yo le cuente lo que ocurrió detrás de su puerta?


-Si por favor me gustaría mucho, muchísimo -le contesté.


Cuando comenzó a hablar, sentí que algo iba a cambiar en mi vida. El me miro, y viendo que yo palidecía, me dijo…


-¡Escuche! No se me desmaye, que todavía no le he contado nada.


Me encendí un cigarro, y una vez sentado, él se animó a proseguir:
-Le puedo contar que, una tarde de verano cuando yo estaba terminando de preparar una de mis tumbas y, el silencio era tan profundo que no se escuchaba nada más, el grito de una mujer y el llanto de un niño atravesaron los muros de esta casa. Yo vine hacia aquí lo más rápido que pude, y lo que encontré me sobrecogió. ¿Usted ha visto alguna vez la muerte de cerca?. Yo sí, y a pesar de eso no puedo olvidar la expresión de aquella madre, a la que yo encontré ya sin vida sobre un gran charco de sangre, apretando entre la mano la fotografía de su hijo. A un lado, justo donde se encuentra usted ahora, una cuna se mecía, pero en ella no había ningún niño. Había desaparecido.
Todos los vecinos colaboraron en su búsqueda, pero nadie consiguió encontrarlo. Los años fueron pasando, y una mañana mientras yo cuidaba de las almas del camposanto, vi como sobre la tumba de la mujer de la que le estoy hablando, un hombre depositó flores.
Hasta entonces, solo yo había cuidado de esa pequeña porción de tierra en la que ella descansaba, y por esa razón la visita de aquel desconocido me desconcertó. Cuando se encaminó hacia la salida me miró, situación que yo aproveche para comenzar a lanzarle unas cuantas preguntas.


-Señor, dígame ¿Conocía usted a esa mujer?


-No, pero gracias a ella y a su desdicha soy muy feliz, porque he tenido la oportunidad


de criar y educar a su hijo. Yo le adopté poco después de que la policía resolviera el caso del asesinato de su madre.


Un policía amigo mío me contó, que su propio marido, después de haberse bebido varias botellas de vino, la había matado a golpes y que en su huida se llevo con él al niño. Dos días después fue encarcelado y hace unos meses murió envuelto en su propia locura.
-Yo me despedí de aquel hombre, y guardé en mi mente palabra a palabra, todo lo que él me había contado -dijo el sepulturero.


Hoy se lo estoy contando a usted porque en realidad es también la historia de su vida.
Entonces el sepulturero se dio la vuelta y mientras dejaba caer la fotografía de un bebé  sobre mi mesa, me dijo que el niño de aquella historia era yo.

A partir de entonces y pasado un tiempo, el suficiente para conseguir asimilarlo, conseguí resolver muchas de las dudas que yo había tenido siempre en mi vida. Y por fin tuve un lugar para rezarle a mi madre



 Bien podría ser esta puerta nº 13 situada en Lumbreras, un pueblo de montaña, en la que María Ángeles se inspiró para contarnos el relato que tuvo que hacer como trabajo en Sanscliche el curso de escritura creativa on-line.

domingo, 13 de diciembre de 2015

DOS PUERTAS 13 Y UN GRAN RELATO DE PURA SIMÓN - GLORIA

GLORIA


Pura Simón
Aquella noche Gloria la pasó abrazada a su chiquitín. Al niño empezaban a asomarle unos diminutos dientecillos en las sonrosadas encías y de vez en cuando emitía unos débiles quejidos como si, conocedor de la triste situación, no quisiera preocupar demasiado a su madre. Gloria dejaba correr por sus mejillas lágrimas de sangre que se colaban por la comisura de la boquita del pequeño y que parecían mitigar las molestias ocasionadas por los incipientes dientes de leche.

Las campanadas provenientes del reloj de la iglesia le iban avisando del tiempo que le restaba para coger el correo que la llevaría a una gran ciudad desconocida, en busca del modo de poder salir adelante ella y su hijo. A ver, si no, qué iba a hacer en el pueblo con el marido en la cárcel y una criaturita a su cargo. La decisión no había sido fácil, pero ahora ya no había marcha atrás. Otros convecinos, Tomás y María, hacía unos meses que habían seguido similar periplo con el mismo objetivo: buscar una manera de subsistir; con la fortuna de haber encontrado una portería que regentar. Y ahora habían tenido la atención de proporcionarle en el mismo edificio una casa muy buena donde servir. Incluso, con un poco de suerte, cuando su Rafael quedara libre podría encontrar también un empleo en la ciudad (porque a trabajador no había quien le ganara a su Rafael) e instalarse allí todos juntos, como Tomás y María. Para Felisín siempre habría más oportunidades que en el pueblo para labrarse un porvenir.

Así, mientras las agujas del reloj iban corriendo y marcando las últimas horas, Gloria se iba convenciendo de que aquella determinación era la más aparente, aunque para ello tuviera que separarse de lo más preciado. De cualquier modo, siempre había que dar gracias a Dios, ya que su tesoro quedaba a buen recaudo; su suegra, Juana, se haría cargo de él como si fuera su propio hijo, y además a su pequeñín no había de faltarle de nada con lo que ella les mandaría desde Barcelona.

Antes de que sonara el despertador, programado para levantarse a las seis de la mañana, Gloria lo apagó para no quebrantar el sueño de su niño, y lentamente procedió a vestirse y a meter sus últimas cosas en la pequeña maleta de cartón parduzca. Por fin, se enfundó su raído chaquetón de lana gris (las mañanas de octubre ya empezaban a ser algo frías en el pueblo) y se dispuso a marchar, no sin antes dar un último beso a su hijo, que ahora parecía yacer plácidamente en su cunita.

Gloria nunca antes había salido del pueblo, exceptuando las veces que se acercó a la ciudad para comprar en casa Elipe hilos y telas cuando bordaba el ajuar para casarse y donde luego compraría su vestido de novia. Ella sabía que el viaje era largo y que hasta bien entrada la noche no llegaría a su destino. Menos mal que sus paisanos porteros estarían esperándola en la estación a su llegada. Gloria miraba a través de la ventanilla sin ver, porque sus pensamientos no la acompañaban en el trayecto, sino que más bien se dirigían en sentido contrario. Apenas se llevó bocado a la boca durante todo el día, y eso que Juana la había pertrechado con un buen trozo de pan y unas longanizas procedentes de la última conserva. Varias fueron las paradas que hizo el conductor, tanto para recoger pasajeros o mercancías como para descansar, pero Gloria optó siempre por permanecer en el autobús; temía descuidarse y quedarse en tierra.

Era más de media noche cuando Gloria, rendida por el sueño, se sobresaltó al oír la voz del chófer anunciando la llegada a Barcelona. Apenas le dio tiempo a ubicarse mentalmente cuando desde la dársena ya la saludaban Tomás y María. Aquella primera noche la pasaría con ellos en la portería, pues no eran horas para molestar a los señores que próximamente se convertirían en sus amos. Y además, así podría escuchar los consejos de sus amigos ante su primer empleo. Gloria pensó que cada uno le había de hacer provecho, porque para una muchacha como ella, sin experiencia y lejos de casa, todas las recomendaciones eran pocas. Lo más importante era ocultar su estado civil, le habían recalcado insistentemente. Debía pasar por una moza soltera y, obviamente, sin hijos. Si los señores se enteraran de que su marido estaba en la cárcel, y de que era de ideas contrarias a las de ellos, sería puesta de patitas en la calle de inmediato. Gloria atendió cada indicación con sumo interés para así actuar al pie de la letra, mientras saboreaba por primera vez en su vida un plato delicioso: macarrones. Aquella noche, debido al largo viaje y a las horas que llevaba sin pegar ojo, la chica cayó vencida por el sueño.



A la mañana siguiente, al llamar al timbre del número trece de la que iba a ser su nueva casa, un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Abrió la puerta una mujer de unos cuarenta años, también al servicio de la casa, y la sonrisa con la que la recibió le dio confianza. Consuelo, que así se llamaba la criada, le hizo pasar al pequeño cuarto con dos camitas que iban a compartir, donde Gloria acomodó enseguida sus pocas pertenencias y donde le esperaba el uniforme que debía lucir, y que a ella le pareció muy elegante.

El interminable trabajo de la casa y la compañía de Consuelo, además del trato con Tomás y María, ayudarían a que Gloria llevara con más o menos placidez su estancia en aquel lugar. Pero, por las noches, cuando se arrebujaba entre las sábanas, sus pensamientos viajaban hasta su pueblo, y una inmensa amargura se apoderaba de ella al recordar a su hijito. El día que recibía unas letras escritas por una prima, al dictado de Juana, con noticias de Felisín: que ya mascullaba alguna palabra o que ya comía pan y chicha, o cualquier otro adelanto del chiquillo, dormía toda la noche aferrada a la carta como el que se agarra a un clavo ardiendo. Lo peor era tener que mantener en secreto aquello que guardaba en su corazón, ya que no se atrevía a sincerarse ni siquiera con su compañera Consuelo.

Y así iban transcurriendo las jornadas, la de hoy igual a la de ayer, y la de mañana semejante a la de hoy, trabajando de sol a sol, cuidando a unos niños que no eran los suyos y soñando con el día que pudiera reencontrarse con sus dos amores. Los jueves por la tarde, las dos doncellas libraban y aprovechaban para ir a comprarse al Sepu o a Galerías algún caprichito: unas medias de cristal o un pañuelo de bolsillo; darse un garbeo por las Ramblas de las Flores, o incluso asomarse a ver el mar bañado por el sol, cuyo vaivén a Gloria le recordaba los llanos campos de dorados trigales mecidos por el viento de su tierra.

Los señores eran de misa y rosario diarios, y aunque el trato hacia las sirvientas era cordial, las distancias marcadas por unos con las otras propiciaban una relación fría. Gloria se cuidaba mucho de no ocasionar motivos de disgusto y de complacer por entero a su señora en sus quehaceres domésticos. Cada día, antes de servir el chocolate caliente de media tarde, Gloria y Consuelo eran congregadas por los señores en el saloncito para, todos juntos, rezar el rosario. No era extraño teniendo en cuenta el fervor y la devoción religiosa de los Benlliure. La señora Anita, como mandaba la tradición familiar, era camarera de la Virgen de la Merced, y el señor Anselmo, Caballero de la Santa Cruz. Ése era el momento en que Gloria, aunque fuera para adentro, pedía y rezaba, misterio tras misterio, por su Rafael y su Felisín del alma.

Las noticias que recibía de éstos cada vez eran más espaciadas en el tiempo. En catorce meses, que eran los que Gloria llevaba ya entre aquellas paredes, apenas había recibido tres o cuatro cartas;  la última había sido para San Juan, y ya estaban cerca de Todos los Santos. Por eso, el día que Consuelo le anunció que había una nueva misiva para ella procedente del pueblo y remitida por su prima Balbina, Gloria brincó de alegría. Pero aquella no sería la carta que hubiera deseado recibir, lo supo desde el momento en que vio el sobre ribeteado de negro. Aquello era el preludio de algo que ella nunca habría querido leer. Y así fue, la desgracia se había vuelto a cebar con Gloria. Sus manos, temblorosas, rasgaron el papel y, al leer el contenido, emitió un terrible grito ahogado, desplomándose a continuación desgarradoramente sobre las frías losas del suelo. Hacía un mes que habían enterrado a su Felisín. En ocho días una neumonía se había llevado al hijo de sus entrañas y ella no estaba a su lado. El hijo de sus desvelos se había ido. Le habían arrancado de cuajo lo que ella más quería del mundo.

Consuelo cogió la carta y la leyó. El gran secreto de Gloria quedaba al descubierto, pero de qué manera Dios mío, de qué terrible manera. Consuelo la ayudó a meterse en la cama y, haciendo honor a su nombre, permaneció alentándola toda la noche. A la mañana siguiente, Gloria amaneció con los ojos tan hinchados como si hubiera metido la cara en un avispero. Su fiel compañera preparó un ungüento con manzanilla y se lo aplicó para rebajar la hinchazón. A pesar de la inmensa pena, Gloria sacó fuerzas de flaqueza, se vistió el uniforme como cada día y se dispuso a meterse en la cocina para preparar el desayuno a los señores. Sabía que el silencio debía continuar, que no podía desmoronarse delante de los amos, que debía guardar la compostura si quería mantener también su trabajo.

Y así fue pasando los días, tragándose las lágrimas por el día y llorando hasta reventar, rota de dolor, acurrucada bajo las sábanas por la noche. A pesar de la insistencia de Consuelo, en su empeño por animarla, ningún jueves más Gloria saldría a pasear por las Ramblas, ni volvería nunca a comprarse unas medias. Ni siquiera volvería a oírse su voz en los rezos del rosario diario.

Gloria sólo volvería a sonreír, aunque amargamente, el día que recibió la noticia de que Rafael había salido de la cárcel. Fue entonces cuando Consuelo empezó a fingir ante los señores anunciando que Gloria tenía un pretendiente en el pueblo, un buen muchacho que le pedía relaciones y que deseaba verla aquel año para las fiestas de la Asunción, en agosto. Los señores dieron permiso a Gloria para hacer el viaje. Recogió sus pocos bienes, incluidas dos batas que había teñido de negro, sabiendo que éste sería un viaje sin retorno, que ahora su sitio estaba junto a su marido y junto a la memoria de su ángel





Dos trece en el pueblo de Ventrosa

sábado, 12 de diciembre de 2015

LOS TRECE Y LAS TRECE - Vicenta Gallego

Puerta 13 del pueblo de Cañas 

LOS TRES Y LAS TRECE


Vicenta Gallego


Los tres vivíamos en el mismo extrarradio de la ciudad, en edificios iguales, pisos iguales y puertas iguales; la puerta trece. Nos hicimos mayores, salimos de los pisos de nuestros padres y nos fuimos a vivir la vida. Un día nos encontramos en nuestro barrio y nos contamos nuestras aventuras y desventuras, y de un día para otro lo dejamos todo y  decidimos irnos a vivir juntos. El coche, una mochila, una tienda y a buscar casa (ahora queríamos vivir en una casa en el campo). Llegamos a un pueblo que nos gustó por su nombre y he aquí que nos ofrecen una casita a las afueras que tenía el número trece. Ninguno pensábamos en el trece, era así y ya esta. Todo muy bien. Un otoño nos llegó la gota fría, llovía y llovía intensamente y estando mirando la lluvia en el portal de la casa con la puerta abierta, va y cae un rayo que fulminó el número trece de la puerta. Igual que nos juntamos, de un día para otro dejamos de vivir juntos.


Los que sois seguidores de este blog, ya sabréis que se trata de uno de los relatos que mi amiga Rosario Raro "escritora y profesora de escritores" me ha enviado, y que es uno de los trabajos que ella les puso a sus alumnos de Sanscliché "curso de escritura en la red"

Muchas son las veces que os he hablado de ella, y si hoy lo hago es por un motivo especial.



Aquí os presento DESARMADAS E INVENCIBLES, uno de sus libros. Indagando por la red he descubierto una  entrevista que le hicieron en el programa L@nit, me ha parecido muy interesante y quiero compartirla con vosotros.



Y otra cosa más que añadir, a mí también me regaló el "Trébol de la Suerte" 

viernes, 11 de diciembre de 2015

EL ENIGMA DE LA PUERTA 13 - Carmen Babiloni

La entrada de hoy se la voy a dedicar a varias puertas Nº 13 que me encontré recorriendo alguno de los pueblos de la Rioja Alta y como estoy haciendo últimamente también os incluyo otro de los relatos de los alumn@s del curso Sanscliche










EL ENIGMA DE LA PUERTA 13

Carmen Babiloni


Era una mañana cualquiera, de cualquier día y estación, en definitiva una más en mi ruta cotidiana para acudir a la  cita con el trabajo.
Ese día, no sé el porqué, mi coche se paró de repente, fue como si quisiera que me fijara en la casa que estaba al lado de la calzada justo en la calle martes.

En Casalarreina, un clásico para toda una vida.





Al salir del coche, para revisarlo, y saber que le podía suceder, me llamo la atención, la puertecita de hierro forjado, con el nº13,y un jardín el cual pedía a gritos ¡tengo sed! por favor un poco de agua,, y como amante de la naturaleza, me sentí con la responsabilidad de socorrer a unas plantas agonizando. Mientras esperaba al mecánico, me acerque a la puertecita del jardín que tenia grabado el nº 13, puse la mano sobre el picaporte y con gran sorpresa descubrí que estaba abierta, me estaba invitando a pasar a su interior, husmeé su entorno, descubrí la manguera, pensé, aprovecharé la espera, dando de beber al sediento, ya que es una obra de caridad.
Al terminar, descubrí que se acercaba alguien a mi coche, me apresuré a salir cerrando la puertecita detrás de mí, era el mecánico y atendió rápidamente la necesidad de mi vehículo, cuando terminó, me monté en él y reanude mi camino, pero en mi se creó la necesidad de saber que pasaba y qué había detrás de la puerta 13.

A partir de ese día que visite el jardín, cada día cuando pasaba por ese tramo de carretera, mi coche se relentizaba,como si él comprendiese mi necesidad de saber lo que pasaba en la casa, allí estaba el colmo de la superstición, al lado de la puerta13 entrada principal de la vivienda, había una escalera, con un muñeco que pasaba por detrás de ella, en la misma en el último peldaño, un gato negro de cerámica precioso, colgado al revés un paraguas dando vueltas a su alrededor, era un paisaje enigmático, digno de descubrir.
La curiosidad se iba adueñando de mí y no dejaba de pensar qué mensaje me quería transmitir el nº13 de aquella vivienda semiabandonada, qué pasaba con los dueños, con el jardín, que sufría, la sed de un desierto, no pude más así que un día decidí, que todas las semanas entraría a calmar la sed del jardín.


Decidí un día madrugar y antes del trabajo resolver lo que había en el interior de la vivienda, paré el coche en la misma puerta, puse la mano al picaporte, y la puertecita cedió, entré con el corazón a toda marcha, me acerque al 13 de la entrada a la casa, allí había una nota que ponía , la curiosidad mato al gato, pensé ¿que voy a encontrar ahí? apreté el pomo y la puerta se deslizo con un chirrido, entre al interior y al cerrar me di cuenta que detrás de la puerta 13 había una nota, su letra era tan pequeña que tuve que utilizar las gafas.
Empecé a devorar las lineas, y halle el enigma, desde siempre y para siempre detrás de un puerta con el nº l3 hay una con el nº 14.




Bañares


El final de este relato me ha hecho sonreír. Pero yo, más bien diría, "que hay una 15". Por lo menos aquí en España, aunque tengo entendido que en otros países la numeración es correlativa.

jueves, 10 de diciembre de 2015

PUERTA A NINGUNA PARTE - Dori Valero


PUERTA A NINGUNA PARTE (incluir imagen del link)


Dori Valero


La tierra roja confesaba silenciosa cada uno de los crímenes que se habían cometido en ella. Atravesada por un estrecho tabique de pladur, que hendía sus superficiales cimientos en ella, narraba la historia de una fraternidad de enemigos. La única puerta que conectaba ambos lados estaba herméticamente cerrada y no tenía ni cerradura, ni pomo.

Dos estrechas carreteras sin asfaltar agrandaban el espacio entre las dos partes. A la derecha, un campo salpicado de escombros y metralla, a la izquierda un bancal con una alambrada. En la planicie, un edificio que recuerda a las mil y una noches se yergue orgulloso rompiendo el horizonte azul. En la ladera, un incipiente grupo de casas bajas de paredes sin enlucir exhiben la colada en sus azoteas.


No se escuchan ruidos, tampoco se ven personas. Un árbol solitario alberga entre sus ramas secas pájaros que no cantan.  Pero si se presta atención se siente como el viento acerca un rumor silencioso de sables que envuelve el ambiente. Alfanjes viejos y machetes nuevos, chafarotes en la derecha y navajas en la izquierda.


Sin embargo, las batallas de otro tiempo dan paso a una nueva guerra que se disputa entre ondas hertzianas, imágenes digitales, parabólicas en las ventanas… Los espectadores ven la contienda desde el salón de sus casas a través de una ventana electrónica. Un mirador en el que, solamente, un puñado de conflictos merecen la atención del público, el resto se dirimen en la penumbra que deja el foco mediático.


Hoy, un grupo de personas ha aparecido con las manos desnudas y las bocas calladas para enfrentarse a una cadena de soldados imberbes. En la ladera, otro grupo con una pancarta escrita con los signos del Alef-Bet se aproxima, también, al tabique. Quieren evitar que la endeble pared de pladur continúe resquebrajando su tierra. Pero otros soldados, no mayores a los anteriores, desalojan ambos lados de la tapia metiendo una a una cada vida en un furgón sin ventanas.


Al día siguiente, no aparece nadie. No hay trabajadores que alarguen el muro de la vergüenza, ni falta que hace. Una invisible muralla divide a las dos fraternidades enemigas que ni tan siquiera se acercan a ella. Nadie se atreve a cruzar la frontera invisible.

El paisaje árido estaba atravesado por un estrecho tabique con una puerta cerrada a cal y canto.


Mi puerta 13 es el muro que Baz Ratner fotografió para Reuters en Al Wallaja.

http://www.publico.es/sin-retoques/362436/sin-retoques/slideshow#17
Puerta a ningún lugar (Baz Ratner, Reuters).

Estas dos puertas número 13 son del pueblo de Castañares de Rioja 

miércoles, 9 de diciembre de 2015

LA PUERTA NÚMERO 13 - Mar Olmedo


Aunque el numero 13 de esta puerta del pueblo riojano de Tirgo, no se ve claramente, si que se puede apreciar que en su día lo fue
A continuación otro de los relatos de "Los Relatores" sobre el Nº 13

LA PUERTA NÚMERO 13

Mar Olmedo

La primera vez que vio la puerta le causó una honda impresión, estaba destartalada, medio rota, ajada. Entre las ruinas de aquella casa solo se veía claramente el número trece, era llamativo, acusador y le evocaba desaliento.
No frecuentaba casi nunca aquellas calles del barrio antiguo de Valencia, pero esta vez sus amigos le habían empujado a ir de marcha y los locales más concurridos estaban en esa zona.
A Norberto embutido normalmente en los estudios y en acabar su carrera cuanto antes, no le atraía nada la noche, pero esta vez no supo negarse.
Pasados unos días tuvo sueños repetitivos e inquietantes sobre aquella puerta que se le aparecía constantemente y el número, ese número trece que le estaba volviendo loco.
Un domingo decidió acercarse a esa zona, quizás el día le aclararía algo más de esa pesadilla obsesiva.
Conforme se acercaba al barrio todo le parecía desprovisto de gracia, un kiosco de prensa era lo único que daba algo de vida a aquella anodina calle, pero la puerta si, la puerta le atraía y a la vez le sobrecogía, se acercó a ella acarició su rugosa madera y comprobó que tenía una cerradura antigua algo oxidada, de las de llave grande y negra. Aburrido y algo aturdido se alejó, pensando que quizás estaba un poco cansado de tanto estudiar. No tenía ningún sentido seguir allí.
Pasados unos meses una vecina de su madre “Vicentita”le llamó por teléfono:
-Norberto, tu madre está muy mal, la enfermedad ha empeorado.
-Quieres que vaya.
-Creo que sería lo mejor, no hace más que repetir tu nombre, ven en cuánto puedas.
Nervioso miró en Internet el horario de autobuses y al día siguiente partió hacía el pueblo.
Cuando vio a su madre, no se lo podía creer estaba muy desmejorada, apenas la reconocía, su habla era dificultosa, nada más verlo se le iluminaron los ojos:
-Hijo mío, que ganas de verte, ven, ven que te abrace.
Norberto se acercó emocionado.
-Te quiero mucho hijo, solo espero que algún día me perdones.
-No te entiendo mama.
-No importa, solo un beso más.
La madre murió al día siguiente, llenos de tristeza todo el pueblo acudió al sepelio.
Al día siguiente ”Vicentita” con la mirada baja le entregó un sobre abultado a Norberto.
-Toma esto, es para ti, tu madre me hizo prometer que te lo daría en cuánto ella ya no estuviera aquí y sigilosamente salió de la estancia.
Norberto abrió el sobre y junto a una llave antigua, enorme, había una carta que decía así:
No espero que lo comprendas, solo quiero que no me odies.
Yo no podía tener hijos.
Norberto dejo de leer un momento tragó saliva y continúo:
Vivíamos en Valencia y cuando el Doctor Pérez nos confirmó la noticia entré en una profunda depresión. Tu padre no sabía que hacer y yo me pasaba las horas mirando la ventana, llorando y sin apenas comer. Después de varios años de tristeza La chica que limpiaba el piso ”Tere” nos comunicó que estaba embarazada con lágrimas en los ojos nos dijo que su novio no se haría cargo de nada, estaba desolada. A mí me entró una alegría profunda le dije que no se preocupara de nada que lo cuidaríamos entre los tres, ella agradecida beso mis manos y me dijo que nunca lo olvidaría.
La cosa se complicó en el parto, antes, no sé si sabrás los hijos nacían en la propia casa con una matrona que les atendía. Tere se puso de parto pero tu venías de pie, cuando vio la dificultad dijo que me dieran aviso y yo acudí enseguida, era una planta baja, una casa vieja con el número trece en la puerta.
Norberto respiró profundamente y las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas, continúo leyendo:
La pobre Tere se estaba muriendo y me rogó que me hiciera cargo de ti, me decía esté niño tiene que nacer y tener suerte, sólo con usted lo logrará. Tu madre expiró y la matrona entendiéndolo todo te puso en mis brazos y yo no lo dude un segundo, serías mi hijo.
A la matrona le pagamos una suma elevada y desapareció de nuestras vidas, la casa todavía está en pie en este sobre tienes la llave, la compramos enseguida,  la pobre Tere, te parecerá una monstruosidad, pero entre tu padre y yo la enterramos allí.
Norberto, espero que me perdones, has sido lo mejor de mi vida y el deseo de Tere era que disfrutarás de una vida con suerte. Aprovéchala. Lo siento.
Tu madre que te quiere.
Norberto cayó en el suelo con la carta en las manos, esa carta le hablaba de suerte, del número trece, de una mujer que había muerto ¿Qué era su vida ahora? Como afrontarlo todo. Cabizbajo pensó, cómo iba a vivir con una vida así tras de él, el número trece no le dejaría dormir jamás.

LA CASA NÚMERO TRECE - Dolores Herranz


La casa número trece

Dolores Herranz.



Irene entró con buen pie, en la familia y en el barrio. Su llegada creo gran expectación en la calle. Cuando la tarde empieza a tomar un tono gris y el sol emitía las últimas ráfagas de color naranja, salían a pasear  las parejas, y las que no tenían salían a buscar. Sacó la cabeza por la ventanilla, y le dijo al cochero

_ Pare, pare, es aquí. ¿No ha visto el número 13 y el escudo de  la casa?

Negro reluciente con dos hermosos corceles tirando de él, adornados con madroños de colores y unos hermosos plumeros sobre la cabeza. Abrió la puerta y salió. Vestía un traje negro de alpaca, guantes hasta los codos, zapatos de charol, con una gran hebilla en el empeine, el pelo recogido y un casquete  negro con de tul cubría sus ojos, destacando a su vez su tez de porcelana. Con ademán tranquilo y seguro se recogió la falda y bajo del coche. La esperaban en la puerta una joven vestida de negro con delantal y cofia blanca, a su lado un hombre de mediana edad con uniforme. Ambos inclinaron la cabeza respetuosamente, y la mujer le susurro…

 _“La señora la espera en el salón de arriba” -¡Gracias ahora subo! A propósito, me llamo Irene, Irene Martí. Dando medía vuelta subió las escaleras, había creado expectación en los viandantes y en  los que contemplaban la calle, a través de los visillos. Después de estudiar y programar su llegada, había conseguido su propósito.

Escudo del pueblo de Navarrete -Álava
        ¿Por qué había decidido venir aquí? Al morir su tía no quiso quedarse a cargo del viudo y sus tres hijos. Podía vivir en Madrid, pero no le gustaban las grandes ciudades. Valencia  era más familiar. Aunque “el cólera morbo” estaba haciendo estragos en las dos, ella se decidió por está última.
Recomendada por el señor Mercader, gran amigo de su tía y a su vez de la familia Navarrete, “Marqueses de Tremolar” buena familia y buen barrio, señorial y bohemio. Cuna de artistas, podía haber sido en su día, “el montparnas de Valencia”. Le gustaba aquel ambiente.  En los inmensos salones de las casas, se celebraban  grandes bailes, tertulias y saraos. Y como en cualquier barrio rico o pobre no estaba exento de comentarios y criticas. Los chismes eran siempre los protagonistas en reuniones y tertulias.

Por que  ahora también era centro de atención y comidilla de los vecinos.

_ ¡Eso es rarísimo, no se conoce ningún caso igual! –Comentaban los allegados-¡Nadie la ha visto embarazada! _Bueno pero la leche...Dicen que un día después de comer la señora observo que llevaba el vestido manchado y le preguntó.

_Irene ¿se te la caído la sopa? O es agua,

 _No, no señora, que yo sepa, si me da su permiso...subo a mi alcoba y me cambio.

 Se cambio rápidamente, pero cuando llego al salón, su blusa volvía a estar manchada. 

, _¡Pero Irene! ¿Qué le pasa?,

_No se, señora es muy raro.

La señora un poco alarmada, se acerco y le dijo

   -Vamos ver, enséñame el pecho.  Entraron las dos en la alcoba, se desnudo y vio emanando de sus pezones un líquido blanco. Después de un exhausto análisis descubrieron que era leche, leche de excelente calidad.

Después de pensarlo bien, decidió sacar provecho y  previo permiso de la señora, puso un anuncio en el periódico” Se ofrece nodriza joven y sana”. Llegaban de todos los rincones, nobles señoras que no querían perder ni tersura ni figura, otras por falta del preciado liquido, también llegaban huérfanos por el “cólera“. La fama de la calidad de su leche, hizo que dedicará las tardes a amamantar.  Nunca rechazaba a ningún niño; igual amamantaba al hijo de un rentista, de un jornalero, ó del orfanato. Lo hacía de dos en dos, así se sacaba unos duros a la semana. Un real por día y niño era su minuta. Los recibía en el patio de la casa; de estilo gótico  con dos grandes macetas con hojas de salón. Era el lugar más transitado; por él se accedía a otros compartimentos, la cochera, la cocina y desde está descendiendo  por unas escaleras, se bajaba a la bodega y a las caballerizas. Por el patio pasaban todos los habitantes de la casa, cocheros, criadas, señores,  allí se juntaban para comentar la actualidad de la época,

  _”que si la reina Mª Cristina debía implicarse más, que si  Sagásta  tenía poco que hacer con los carlistas, de Sorolla que era un vividor y Goya un afrancesado, también se comentaba sobre Ramón y Cajal  que llegaría lejos, que si la PEPA de Cádiz bailaba al ritmo del político de turno, Blasco Ibáñez triunfaba a pesar de las plumas envidiosas del país, y un sin fin de cosas que hacían  que a Irene se le pasase la tarde entretenida, e informada mientras amamantaba. Solía parar para merendar, debía alimentarse bien. Una tarde mientras merendaba, llegó un carruaje que paro delante de la puerta,  bajo de él una señora alta, enjuta, vestida de negro y con el cabello blanco recogido en un moño, y la cara desencajada, preguntando por Irene; el portero le indicó con un gesto. Irene al verla cambio de color

-¿Señora, que hace usted aquí?

- Y tú ¿dónde está mi nieto? ya se que te dedicas a amamantar hijos de otras, ¿pero y el tuyo? ¿Donde esta? Perdí a mi marido en la guerra de Cuba, a un hermano en las Filipinas, tengo a mi hijo enfermo de cólera, ¡pero no estoy dispuesta a perder a mi nieto! Mi hijo me lo ha contado todo. Su mujer no sabe nada, pero ¡yo quiero cuidar a ese niño!

  _Señora, su hijo se lo debió contar un poco antes ¿donde iba yo con un niño? ¿Quién nos iba a mantener? ¿Morirnos de hambre los dos? Ese hubiese sido nuestro fin. En la inclusa se hicieron cargo de él, hasta que yo pueda recoger para comprar una casa, y así poderle cuidar ¡ahora no puedo señora!

_Pero yo si que puedo y soy su abuela.

_Y la otra, ¿que dirá?

_A mi no me importa la otra, me importa lo que me a dicho mi hijo. 

El escándalo estaba servido y el misterio desvelado. A las voces acudió la señora Mercader preguntando qué era lo que pasaba La viuda de Calderón (condesa de Galvara) respondió,

Excusándose por su inesperada visita y explicando el motivo de ésta.

Una vez aclarado todo, Irene accedió. La condesa se  hizo cargo del niño, con la condición de visitarlo y si algún día conseguía  un buen vivir, llevárselo junto a ella. Agradecida la viuda de Calderón se comprometió en pasarle una pensión de cinco pesetas al mes.

 Con la nuera no tuvo problemas, al no haber concebido, acogió al niño como suyo.

 El padre murió feliz después haber disfrutado año y medio de la compañía del niño.





Irene conoció a un viudo llamado Fermín, amigo de los marqueses, que una tarde fue a tomar café y quedó prendado de ella. No era guapa pero sí atractiva y tenía exquisitez en sus ademanes, también  era discreta y buena conversadora. Tuvieron dos niñas Carla y Antonieta, y aunque no dejó de visitar a su hijo, nunca lo reclamó (estaba en buenas manos). 

 Fermín nunca le reprochó su desliz, murió junto a ella después de treinta años de feliz matrimonio.

Irene murió en una casa de su propiedad, en el barrio donde tenía tantos amigos, y fue tan bien acogida, su entierro creó tanta expectación como su llegada.



 -Nenica-
Este escudo se encontraba en una casa Nº 13 del pueblo de Páganos en La Rioja Alavesa