miércoles, 25 de noviembre de 2015

CELIA AMORÓS,13 - Cristina Cabedo Laborda



Para esta puerta Nº 13 del pueblo de Matute os voy a contar otro de los relatos relacionados con el Nº 13 de el libro Los Relatores de la editorial Hipálage.

Cecilia Amorós

 La primera vez que lo intenté fe el 13 de enero. Después de haberla visto en el supermercado con su vestido rojo. Sacaba la lengua por la comisura de los labios, concentrada en leer la etiqueta de la lata de melocotón en almíbar. La muy zorra ponía la misma cara cada vez que hacíamos el amor, de tal forma que yo no sabía si estaba sintiendo placer o calculando una ecuación de segundo grado. Pasé por el pasillo contiguo y vi la oferta "1/2 docena de huevos + 1, por 0,50 euros". Y los compré.

Me planté en el principio de la calle Celia Amorós y empecé a andar hacia su casa, hacia el número trece. A la altura del portal tres, me paré.La tensión me podía. Había empezado a tener nauseas. Volví a mi apartamento. Hice una tortilla de patatas con los huevos; y se la di al perro.

El 13 de febrero no fallaría. Volví a comprar la "1/2 docena de huevos + 1, por 0,50 euros". Pasé el portal número uno. Pasé el portal número dos. Pasé el portal número tres. Pasé el portal número cuatro. No muy lejos veía el suyo. El quinto, el sexto, el séptimo. Las gotas de sudor esquivaban mis ojos a través de mis gruesas cejas, y bajaban en torrente empapando mi cuello. El número octavo era una joyería, con un escaparate repleto de corazones; mañana era San Valentín. Un paso más y la calle Salvador Dalí cortaba en perpendicular. Desaparecí metiéndome en ella. Volví a mi apartamento. Hice una tortilla francesa con los huevos; y se la dí al perro.

El 13 de marzo si que no fallaría. Había estado concentrado todo el mes para ello. Quería que fuese un trece, porque ella decía que era el número más bonito, aún cayendo en martes. Ya no había oferta de "1/2 docena de huevos + 1, por 0,50 euros. Compré media docena y robé uno. Pasé por el portal número tres. Pasé por la joyería. Me coloqué los cascos para escuchar la radio y no fijarme en nada más. Crucé la calle Salvador Dalí. Continué hasta el portal número doce. Y empezaron a sonar los Smashing Pumkins. Era su "Ava Adore", y nos recordé a nosotros en su casa, con once años, y ella diciendo que cambiara de cana´, que el videoclip le daba miedo. Y ahora prefería los números treces, incluso los martes y trece. Dos lágrimas esquivaron mi nariz para acabar en mis labios. Su sabor algo salado y amargo me gustaba. Volví a mi apartamento. Hice huevos revueltos; y se los di al perro.

 El 13 de abril sería el día. Había vuelto la oferta. Compré "172 docena de huevos + 1, por 0,50 euros". Pasé el portal número tres. Pasé la joyería. Crucé la calle Salvador Dalí. No llevaba cascos. Pasé el doce. me planté en el trece. Había una cortina de flores en el suelo. En mis ojos las paredes de aquella casa eran transparentes, y en mi mente había viajado unos pocos y unos cuantos años atrás. Nos veía viendo dibujos en su comedor; nos veía besándonos por primera vez en las escaleras; nos veía haciendo el amor en su habitación. Abrí la huevera y cogí un huevo. La mano me temblaba. Acaricié sus curvas con el dedo pulgar. Levanté el brazo, y con él, el huevo. Y entonces se abrió la puerta. Salió ella, pisando los pétalos del suelo, con un largo vestido blanco y un ramo de flores en las manos. Dejé caer el huevo al suelo; y el resto también. Detrás de ella salió la otra. Con el mismo vestido, el mismo ramo de flores y la misma sonrisa. saqué la navaja y me lancé a por ellas.



Una peculiaridad de la numeración 13 en los pueblos de Matute y Tobía tienen la característica de estar repetidos tal y como los podéis ver en esta puerta que conserva su escudo heráldico 

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