En la entrada de hoy, también dedicada a las puertas con el Nº 13, os voy a escribir otro de los relatos del libro "Los Relatores" (clicar)
Los que sois seguidores de mi blog, ya sabréis a que me refiero, y los nuevos, pues os animo a clicar en Los Relatores y lo sabréis.
Filomena, a pesar de todos los cambios en el pueblo nunca había aflojado en sus funciones: el control del mismo. Detrás de las ventanas de su comedor, con las cortinas abiertas de par en par, observaba cada uno de los movimientos de sus vecinos.
Al lado, había abierto una tienda de chinos, de esas donde puedes comprar de todo.
A las tres del medio día vio como el señor Xen se iba a casa a comer, y eso ya era un poco extraño porque siempre lo hacía a las dos y media,
A las cuatro de la tarde el señor Xen salió de casa para a brir la tienda. Y media hora después fue cuando Filomena lo vio: al señor Xen, en su casa. Y entonces giró la cabeza hacía la tienda, y allí lo volvió a ver: al uno en la tienda y otro en la casa. Y la señora Filomena dijo, oi oi oi oi oiiiii, y se abanicó al tiempo que se balancababa en su mecedora.
Al poco, Filomena no pudo resistir y estampó su nariz contra la ventana de la casa del señor Xen.
Se abrió la puerta con el señor Xen allí y éste le echó un spray sobre la cara y la señora Filomena cayó dormida.
Al despertarse, el señor Xen se lo contó todo. Le enseñó cómo podía muntiplicarse tumbandose en una especie de cama. Lo hacía porque así podía estar en muchos sitios a la vez, y tener tiendas en Castellón y en Madrid, y en Milán y en Beijing, y estar trabajando casi de nueve a nueve en todas ellas a la vez. Y eso estaba muy bien, porque era de trabajador.
El señor Xen tuvo una idea maravillosa, y le dijo a la señora Filomena que si le mantenía el secreto, haría que ella también se pudiese multiplicar. Y así sería vecina de Castellón y de Madrid, y de Milán y de Beijing, y controlaría a los castellonenses y a los madrileños, y a los milaneses y a los pekineses. A la señora Filomena le pareció perfecto. Y no dijo nunca nada a nadie de lo que ocurría detrás de la puerta número 13 de la calle San Pedro, porque una podía enterarse de todo sobre todos, pero nunca contarlo, que eso era, ya, de chismosas.
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SAN PEDRO 13
Desde que la señora Paquita, la señora Herminia y la señora Tomasa falleciesen, la señora Filomena ya no acompañaba con su silla en plena calle San Pedro.
"Balcón con visillo"
Su hijo venía a visitarla los domingos por la mañana y se quedaba a comer. Filomena estaba muy orgullosa de él, porque era funcionario y además del Ayuntamiento de Castellón; y no le importaba que fuese invertido y que nunca se hubiese casado, porque ella lo quería de todas formas.
A Filomena le gustaba el señor Xen porque era muy trabajador. Él vivía solo, justo en la casa de enfrente, en el número 13.
Como ésta que se encontraba en el pueblo de San Asensio
La mañana del cuatro de agosto, estaba Filomena mirando por la ventana cuando vió una cortina moverse en la casa del señor Xen. Y después, una sombra. Salió disparada a la tienda del señor Xen para contárselo. Pero aquél ni se inmutó. Continuó con su cara de chino, o de póquer, o de chino jugando a póquer. Y Filomena dijo, aquí pasa algo raro.
En el pueblo de San Asensio
Cristina Cabedo Laborda
Portada de medio punto y grandes dovelas, en una casa solariega del pueblo de San Asensio, en la calle José Iturmendi Nº13 del S. XVII
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