¿Cuál de los tres números será?
Eso es lo qué me pregunté cuando vi esta vivienda en Arnedo
Imitando al ladrillo
Algo inusual, y mi pregunta al verlo en la pared, en lugar de verlo encima del umbral fue, si decidieron ponerlo allí para así no tener que pasar por debajo de él
A continuación os voy a escribir otro de los relatos de sanscliché, que llevo haciendo en cada entrada de puertas número 13
“PATATAS RELLENAS EN EL NÚMERO 13”.
Manuel Tamarit.
Picaba la carne de cerdo y los hígados de conejo, me acorde de su camiseta ceñida y escotada en la ventana frente a la mía, un deslunado amplio al que daban las cocinas de nuestra comunidad de vecinos, siempre la veía con esa camiseta, como yo siempre solía ir con mi amplia sudadera.
Hace días que no la veo, sus pechos redondos y bronceados los he imaginado acariciados, besados, demasiada imaginación. Comenzaba a pensar que el número 13 de mi apartamento tenía algo que ver en mi mala suerte con las relaciones femeninas. Mejor continuo con el picado de la carne, volver a la realidad duele, pero al menos llenaré el estómago con algo potable y abandonaré un poco las comidas preparadas para los HSE (humanos solos sin esperanza).
Pongo a cocer unas patatas grandes después de vaciarlas para rellenarlas luego con el picadillo de las carnes, al verlas me acuerdo de las historias de mi abuelo mientras pelaba decenas de ellas, en el restaurante de carretera que teníamos, yo pasaba con él todo el tiempo que podía, me contaba de su vida de cocinero, -siempre con los recuerdos-, que mustio, solo yo y las patatas.
Cuando transcurren unos quince o veinte minutos de cocción ya están lo suficiente para el punto de relleno, yo mismo me encuentro dispuesto para el punto de relleno y no hay relleno. Seco las patatas con un paño de cocina, reservo su pulpa para el sofrito de pimiento rojo muy picado, un poco de cebolleta y tomate, el sofrito luego lo incorporare a la carne que ya tengo picada y en adobo con un poco de aceite de oliva virgen, especias y jerez, mientras todo se sofríe, preparo una picada de almendras tostadas.
Le añado al sofrito el jugo del adobo y el jerez dulce, y cuando transcurren unos doce minutos más la picada, otros cinco y el relleno de las patatas esta listo.
Los aromas que desprende el guiso me hacen levantar la vista hacía la ventana de mi vecina con ilusión, continua vacía, hoy tiene que ocurrir algo, debo romper ese mito del número 13, así que término mi plato para la cena.
Coloco las patatas en una fuente para horno, las pinto con matequilla y dejo a gratinar aproximadamente dos o tres minutos, hasta que adquieran un color dorado, acompañaré el plato con una ensalada de escarola y naranja adobada con una vinagreta suave.
Suena el timbre de la puerta.
-¡Hola! ¿Tienes un poco de sal para dejarme-?
No es una fantasía, no es mi imaginación, es mi vecina de la camiseta ceñida, ¡adelante Andrés¡ parece ser que vuelve la magia. En el número 13 puede que nazca una historia.
- ¿Me arriesgo, le invito a cenar, o le dejo la sal sin más? Las negativas me deprimen pero las fantasías siempre se pueden hacer una realidad, el número 13 esta vez no va ha ser un “gafe”.
-Tengo patatas rellenas para cenar y unas historias de mi abuelo para contarte mientras cenamos, ¿te parece bien?-
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