Hoy os muestro esta puerta de Ljubjana en Eslovenia, ciudad que mantiene gran similitud con otras ciudades de Europa. Al igual que en Ámsterdam, aquí también hay puentes y canales, y sus vecinos pasean en bicicleta por sus calles. Hay quien la compara con Praga, con Graz y Salzburgo, dos ciudades austriacas.
lunes, 30 de noviembre de 2015
LA SUERTE DEL 13 - Juana Aucejo
Puerta 13 de Villalba de Rioja
La suerte del 13
Juana Aucejo
Al salir del ascensor Clara levantó la mirada para ver el brillante número 13 que lucía en lo alto de la puerta que tenía enfrente. Sonrió. Su novísimo apartamento, su espacio, su mundo y la mitad de sus ahorros invertidos. Puerta trece del número trece de aquélla calle. Qué locura, y qué aventura.
La inmobiliaria le había ofrecido el apartamento, difícil de vender por esa reincidencia con el número 13, a un precio notablemente menor al que merecía y lo más importante muy por debajo del que se hubiera permitido pagar. Para ella fue un regalo del cielo y firmó el contrato ¡vaya si lo firmó!
Nunca había sido supersticiosa y ahora menos que nunca ¿cómo era posible que por un trece se dejara perder una oportunidad así? Pobre trece, le estaba agradecida y como un pequeño homenaje a él busco a través del ordenador la buena suerte del número 13, pero no, lo que encontró documentada era su mala fama.
Considerado desde la antigüedad de mal augurio porque en la Última Cena de Jesucristo trece fueron los comensales; porque la Cábala enumera a 13 espíritus malignos al igual que las leyendas nórdicas; el capítulo 13 del Apocalipsis se corresponde con el anticristo y a la bestia. Una leyenda escandinava cuenta que en una cena de dioses el espíritu del mal era el 13° invitado, con lo fácil que hubiera sido cambiarle el orden! También fue en la noche del 13 de octubre de 1307, viernes, en que la orden de los Caballeros Templarios perseguida por la Santa Inquisición fue arrestada simultáneamente en toda Europa y en la carta XIII del Tarot se referencia a la muerte.
Aquí no pudo por menos que recordar al vidente que le había enseñado a conocer las cartas del Tarot: no había que temerlas, cada una en su significado es una circunstancia a la que sigue otra y otra. Así en el temido 13 la muerte no significa más que el fin de una etapa tras de la cual viene otra. Nos sucede cada vez que emprendemos un nuevo proyecto, un cambio en nuestra vida.
Clara estaba en ese momento, en el comienzo de una nueva etapa. Tras el cierre de su empresa había vendido su apartamento y se había trasladado de localidad para iniciar un nuevo negocio, en apenas una semana ya era dueña de esta confortable vivienda. Se sentía contenta y con fuerza.
Esa noche el sueño la envolvió con una dulce sensación de triunfo, la firme convicción de que todo estaba bien y un gracias 13 en el pensamiento.
Detalle de una pueta en el pueblo de Villalba de Rioja
Seguro que el ugandés Stephen Kiprotich gandor de la medalla de oro en la maratón de los Juegos Olímpicos de Londres, no opina que el Nº 13 sea un número fatídico y de mala suerte.
El domingo, cuando se estaba celebrando la prueba, y él todavía iba por detrás de los dos grandes favoritos Wilson Kiprotich y Abel Kirui, me fijé que en el dorsal llevaba el número 1331, e inmediatamente me dije "él va a ganar" y así sucedió
domingo, 29 de noviembre de 2015
PUERTA 13 DE MONTENEGRO - Soria
Una 13 en Montenegro de Cameros
No hace mucho recibí esta fotografía del uno de vosotros, exactamente me la envió Chus, los dos compartimos la afición por la fotografía en Marcianosfoto.
Estuvo en Montenegro, un pueblito muy peculiar que descubrí hace ya bastante tiempo. En un principio pensaba que pertenecía a La Rioja, pero luego descubrí que no, que pertenece a la provincia de Soria.
NEGRO PROFUNDO Nº 13 - Matilde Selva
Aquí os dejo una puerta 13 del pueblo riojano de Briñas y otro de los relatos que una de las alumnas de Rosario Raro escribió
NEGRO PROFUNDO Nº 13
Matilde Selva
Ni el deterioro causado por tantos meses sin habitar ni los hechos sucedidos hace diez años, me impactaron con tanta intensidad como el cuadro colgado en la puerta: "Negro profundo nº 13 en memoria de Ana Díaz, asesinada el 13 de Septiembre del 2001".
Mi primera reacción fue mirar la libreta del banco por si podía iniciar obras lo antes posible y quitar el negro que invadía todas las paredes, pero mis ahorros eran escasos a pesar de que aquella vivienda me había resultado muy barata, dadas sus condiciones y el trágico suceso. Al instante me acordé de Luis, mi amigo decorador al que llamé con buenos resultados; un buen descuento y el pago a plazos de las reformas. Le supliqué que era una necesidad si no quería acabar profundamente deprimida entre tanta oscuridad.
A las dos semanas habían rascado todas las paredes y un tono limón pastel iluminó mi casa. A los dos meses, la cocina y el baño daban los servicios de un piso nuevo y el resto de las instalaciones reformadas y los muebles nada tenían que envidiar a las comodidades de las viviendas de algunas amistades. Y sin lujos ni excesos.
Pero a los tres meses tuve una sorpresa. En el salón aparecieron unas manchas rojizas en la pared donde tenía la televisión, que fueron ganando intensidad con el paso de los días. Fontaneros y albañiles volvieron a mi casa en busca de las causas, y frustrados, no encontraron nada a pesar de los desastres que realizaron para descubrirlo. Pintaron de nuevo y quedó solucionado. Por un tiempo.
Las manchas volvieron a aparecer casi con más fuerza, hasta que un día, mirando atentamente, entendí que configuraban un nombre. Y entonces supe que así se llamaba el marido de la asesinada en aquella casa; él, según las hemerotecas, resultó sospechoso del crimen aunque fue absuelto por su coartada y la ausencia de pruebas. Se resolvió el caso como un robo fallido con asesinato, siendo acusado un yonki con antecendentes que merodeaba por la zona.
Decidí llamarle como antiguo propietario del piso y responsable del quebradero de cabeza que me había causado el homenaje "en negro" a su mujer. Reacio a venir, le convencí finalmente con una verdad a medias: había encontrado un extraño mensaje dirigido a él escondido en la casa. Se presentó incómodo y arisco; de unos sesenta años, aún ejercía de abogado en un bufete privado y era bien parecido.
Con suavidad, le invité a un café en mi salón.
-¿No nota nada detrás de la televisión? -le pregunté tras unos minutos de incómodo silencio.
Miró incrédulo.
-Hay manchas rojas... -intentó aparentar tranquilidad; que no entendía nada.
Yo aparté un poco la mesa de la televisión.
-Lea -le dije, no sin cierto temor.
Palideció, tanto que temí que cayera inconsciente al suelo -Ana... -suspiró- otra vez, no.
-No, no pone Ana, Alfredo -le respondí, mientras él se acercaba a mi para sostenerse- Fue usted... y por este motivo pintó de negro la casa.
Su rostro se enrojeció como las manchas y sus manos se enredaron en mi cuello. En aquel momento, comprendí lo idiota que había sido al desvelarle la evidencia de su culpabilidad.
-Es Ana quién te acusa y si me matas a mi, seremos dos quienes te... -le susurré como pude mientras me ahogaba entre la presión de sus dedos.
Y paró, palideciendo de nuevo, mirando la pared con un brillo de terror en los ojos. Me giré, y en la televisión, Ana sonreía ensangrentada junto al hacha que la despedazó.
Cuando llegó la ambulancia, Alfredo estaba muerto. Infarto, dijo el médico antes de interrogarme por las causas: -unas manchas -respondí señalando la pared.
Pero ya habían desaparecido.
Mi primera reacción fue mirar la libreta del banco por si podía iniciar obras lo antes posible y quitar el negro que invadía todas las paredes, pero mis ahorros eran escasos a pesar de que aquella vivienda me había resultado muy barata, dadas sus condiciones y el trágico suceso. Al instante me acordé de Luis, mi amigo decorador al que llamé con buenos resultados; un buen descuento y el pago a plazos de las reformas. Le supliqué que era una necesidad si no quería acabar profundamente deprimida entre tanta oscuridad.
A las dos semanas habían rascado todas las paredes y un tono limón pastel iluminó mi casa. A los dos meses, la cocina y el baño daban los servicios de un piso nuevo y el resto de las instalaciones reformadas y los muebles nada tenían que envidiar a las comodidades de las viviendas de algunas amistades. Y sin lujos ni excesos.
Pero a los tres meses tuve una sorpresa. En el salón aparecieron unas manchas rojizas en la pared donde tenía la televisión, que fueron ganando intensidad con el paso de los días. Fontaneros y albañiles volvieron a mi casa en busca de las causas, y frustrados, no encontraron nada a pesar de los desastres que realizaron para descubrirlo. Pintaron de nuevo y quedó solucionado. Por un tiempo.
Las manchas volvieron a aparecer casi con más fuerza, hasta que un día, mirando atentamente, entendí que configuraban un nombre. Y entonces supe que así se llamaba el marido de la asesinada en aquella casa; él, según las hemerotecas, resultó sospechoso del crimen aunque fue absuelto por su coartada y la ausencia de pruebas. Se resolvió el caso como un robo fallido con asesinato, siendo acusado un yonki con antecendentes que merodeaba por la zona.
Decidí llamarle como antiguo propietario del piso y responsable del quebradero de cabeza que me había causado el homenaje "en negro" a su mujer. Reacio a venir, le convencí finalmente con una verdad a medias: había encontrado un extraño mensaje dirigido a él escondido en la casa. Se presentó incómodo y arisco; de unos sesenta años, aún ejercía de abogado en un bufete privado y era bien parecido.
Con suavidad, le invité a un café en mi salón.
-¿No nota nada detrás de la televisión? -le pregunté tras unos minutos de incómodo silencio.
Miró incrédulo.
-Hay manchas rojas... -intentó aparentar tranquilidad; que no entendía nada.
Yo aparté un poco la mesa de la televisión.
-Lea -le dije, no sin cierto temor.
Palideció, tanto que temí que cayera inconsciente al suelo -Ana... -suspiró- otra vez, no.
-No, no pone Ana, Alfredo -le respondí, mientras él se acercaba a mi para sostenerse- Fue usted... y por este motivo pintó de negro la casa.
Su rostro se enrojeció como las manchas y sus manos se enredaron en mi cuello. En aquel momento, comprendí lo idiota que había sido al desvelarle la evidencia de su culpabilidad.
-Es Ana quién te acusa y si me matas a mi, seremos dos quienes te... -le susurré como pude mientras me ahogaba entre la presión de sus dedos.
Y paró, palideciendo de nuevo, mirando la pared con un brillo de terror en los ojos. Me giré, y en la televisión, Ana sonreía ensangrentada junto al hacha que la despedazó.
Cuando llegó la ambulancia, Alfredo estaba muerto. Infarto, dijo el médico antes de interrogarme por las causas: -unas manchas -respondí señalando la pared.
Pero ya habían desaparecido.
Ubicación:
26290 Briñas, La Rioja, España
sábado, 28 de noviembre de 2015
PUERTAS 13 DE DÉNIA - Alicante
Hoy os muestro dos puertas 13 del "Marquesado de Denia" así es como también se le conoce a esta comarca de la Marina Alta, donde se encuentra Dénia su capital. La primera foto la hizo mi vecina navarretana Marixu, qué como cada verano, el pasado también estuvo en Dénia.
Dénia es un pueblo muy turístico, que se encuentra en el Mediterráneo, concretamente en la provincia de Alicante, y cuenta con unos veranos muy largos y calurosos, por eso son muchos los que la eligen para pasar allí sus vacaciones. Pero no sólo en verano, también en invierno son muchos los que allí acuden pues sus temperaturas suelen ser suaves y templadas, hasta el punto de que muchos extranjeros la han elegido para pasar en ella su jubilación.
Y esta otra que tiene mucha similitud, se podría decir que las dos pertenecen a la misma fachada, me la ha enviado Juan F. Morillo. que también la fotografió cuando estuvo callejeando por Denía.
Y también esta otra. Si también tú quieres callejear por Denía, pincha en el siguiente enlace https://callejeandocallejeando.blogspot.com/search/label/Denia
PATATAS RELLENAS EN EL NÚMERO 13 - Manuel Tamarit
¿Cuál de los tres números será?
Eso es lo qué me pregunté cuando vi esta vivienda en Arnedo
Imitando al ladrillo
Algo inusual, y mi pregunta al verlo en la pared, en lugar de verlo encima del umbral fue, si decidieron ponerlo allí para así no tener que pasar por debajo de él
A continuación os voy a escribir otro de los relatos de sanscliché, que llevo haciendo en cada entrada de puertas número 13
“PATATAS RELLENAS EN EL NÚMERO 13”.
Manuel Tamarit.
Picaba la carne de cerdo y los hígados de conejo, me acorde de su camiseta ceñida y escotada en la ventana frente a la mía, un deslunado amplio al que daban las cocinas de nuestra comunidad de vecinos, siempre la veía con esa camiseta, como yo siempre solía ir con mi amplia sudadera.
Hace días que no la veo, sus pechos redondos y bronceados los he imaginado acariciados, besados, demasiada imaginación. Comenzaba a pensar que el número 13 de mi apartamento tenía algo que ver en mi mala suerte con las relaciones femeninas. Mejor continuo con el picado de la carne, volver a la realidad duele, pero al menos llenaré el estómago con algo potable y abandonaré un poco las comidas preparadas para los HSE (humanos solos sin esperanza).
Pongo a cocer unas patatas grandes después de vaciarlas para rellenarlas luego con el picadillo de las carnes, al verlas me acuerdo de las historias de mi abuelo mientras pelaba decenas de ellas, en el restaurante de carretera que teníamos, yo pasaba con él todo el tiempo que podía, me contaba de su vida de cocinero, -siempre con los recuerdos-, que mustio, solo yo y las patatas.
Cuando transcurren unos quince o veinte minutos de cocción ya están lo suficiente para el punto de relleno, yo mismo me encuentro dispuesto para el punto de relleno y no hay relleno. Seco las patatas con un paño de cocina, reservo su pulpa para el sofrito de pimiento rojo muy picado, un poco de cebolleta y tomate, el sofrito luego lo incorporare a la carne que ya tengo picada y en adobo con un poco de aceite de oliva virgen, especias y jerez, mientras todo se sofríe, preparo una picada de almendras tostadas.
Le añado al sofrito el jugo del adobo y el jerez dulce, y cuando transcurren unos doce minutos más la picada, otros cinco y el relleno de las patatas esta listo.
Los aromas que desprende el guiso me hacen levantar la vista hacía la ventana de mi vecina con ilusión, continua vacía, hoy tiene que ocurrir algo, debo romper ese mito del número 13, así que término mi plato para la cena.
Coloco las patatas en una fuente para horno, las pinto con matequilla y dejo a gratinar aproximadamente dos o tres minutos, hasta que adquieran un color dorado, acompañaré el plato con una ensalada de escarola y naranja adobada con una vinagreta suave.
Suena el timbre de la puerta.
-¡Hola! ¿Tienes un poco de sal para dejarme-?
No es una fantasía, no es mi imaginación, es mi vecina de la camiseta ceñida, ¡adelante Andrés¡ parece ser que vuelve la magia. En el número 13 puede que nazca una historia.
- ¿Me arriesgo, le invito a cenar, o le dejo la sal sin más? Las negativas me deprimen pero las fantasías siempre se pueden hacer una realidad, el número 13 esta vez no va ha ser un “gafe”.
-Tengo patatas rellenas para cenar y unas historias de mi abuelo para contarte mientras cenamos, ¿te parece bien?-
Ubicación:
26580 Arnedo, La Rioja, España
viernes, 27 de noviembre de 2015
DOS PUERTAS 13 DE HERCE, QUE VAN ACOMPAÑADAS DE UN RELATO
EL SÉPTIMO FIBONACCI
Verónica Segoviano
Hoy es el día del fin del mundo y me siento bien. En mi vida siempre ha habido puertas. Las más importantes son la trasera, la del colegio y la del armario.
Donde vivo todo es pálido. No hay sol, ni campos de fuego por las tardes. Igual que a los piojos, lo que más me gusta es ir al colegio. Y después, Luisi, mi vecina.
El mejor día de mi vida lo pasé en el cine. Fue el mejor por dos cosas. Una porque ella se sentaba en la fila de delante y el pelo le brillaba según el color de la película. La segunda porque vi mi primer beso. Era enorme, ocupaba toda la pantalla. En ese momento sentí algo nuevo, unas cosquillas como si me hiciera pis, pero mejor. Al salir de la sala me fijé en lo guapa que era Luisi. Iba primorosa, de blanco roto. Llevaba una medalla roja sobre la pechera y estaba lívida. A su padre no le gustó, porque la cogió al vuelo y salió corriendo.
Desde entonces ambos vivimos en el lado oscuro de la calle y sólo la veo a través de la ventana. Mi padre dice que lo que le pasa se debe al polvo en suspensión del azulejo y porque vivimos pegados a la acequia. Mi madre es supersticiosa y cree que es porque vive en la puerta trece.
Como ésta del pueblo de Herce
Por eso evita pasar por delante de su casa y ha puesto periódicos en la ventana para no ver el número, porque le provoca nauseas y empieza a vomitar.
He mirado en la enciclopedia de la biblioteca y lo que tiene mi madre se llama una palabra larga muy rara: triscaidecafobia. Por lo visto además produce desarreglos emocionales y no tiene cura. Como es aprensiva, me he callado la boca. La enciclopedia cuenta muchas cosas sobre el número trece. Que es un número primo, pero se les ha olvidado decir de quién. También que es un término de la sucesión de Fibonacci, justo detrás del ocho, que es donde vivo yo. ¿Será Fibonacci su primo? Tampoco aclara nada. Lo que sí dice es que los árboles y la genealogía de los machos de las colmenas de abejas cumplen esa sucesión. Leyendo más abajo he descubierto que lo de mi madre tal vez tenga que ver con el calendario lunisolar de trece meses, pero no encuentro las palabras para explicárselo. No es que entienda mucho, pero me da que lo del número no tiene nada que ver con lo de Luisa. Me parece que lo que le pasa es lo del ozono, que alguien le ha quitado la capa y por eso está tan blanquecina la pobrecita niña.
En el periódico que sella la ventana de mi cuarto he leído que hoy se acaba el mundo. Siguiendo el ritual de los antiguos egipcios del que hablaba la enciclopedia, he pintado en la parte de dentro de la puerta del armario el número trece, en honor al último paso que conduce a una nueva existencia. Por si acaso.
En mi casa ha entrado la pobreza y por eso nunca abro la ventana, porque temo que se me escape el poco cariño que queda. Desde hace meses mi padre dice que la pereza es la madre de todos los vicios y parece ser que, como madre, hay que respetarla. No trabaja y en lugar de tocar a las puertas, golpea las paredes. Muchas noches se acerca hasta mi cama. Me hago el dormido y él me susurra: “sé que duermes”. Los huesos se me vuelven frágiles como la cristalería fina de la tía Chitina y temo respirar por si se me quiebran.
Hace tiempo que mi padre huele como las rosquillas de cazalla que cocinaba mi madre todos los domingos. También les ponía hinojo y a mí me gustaba entretener las semillas en la boca después de haberme tragado la masa. Eso era antes. Hoy es domingo y ya no las hace. Da igual, han dejado de gustarme. Hace tiempo que habito en el quicio de la puerta del armario.
La mañana ha empezado con gritos. Suena un golpe seco. Después el silencio. Sé que el rojo teñirá el blanco sucio del piso de la cocina. Me escondo dentro del armario y cierro la puerta para que la verdad y el mundo se queden fuera. En su interior puedo perderme y encontrarme si quiero. Aquí dentro estoy rodeado de besos, toneladas de besos, los que guardo cada día para Luisi por si un día volvemos a vernos. Nadie sabe que los guardo, ni tampoco que le estoy construyendo un sueño. Uno en el que no hay harapos, ni desechos, ni golpes, ni piojos, ni nada rojo y mucho menos blancuzco, porque eso ya está inventado. Descubro un agujero en la suela de la bota y lo tapo con un chicle para que no se me escape el sueño. Tengo que terminarlo antes de que acabe el día, porque hoy es el día del fin del mundo y me siento bien.
Esta 13 también es del pueblo de Herce, aunque tengo que deciros que el día que estuve allí, a mí se me pasó por alto. Pero afortunadamente, Emilio un amigo de la Web al verla se acordó de mi blog y me la ha mandado.
Espero que os hay gustado el relato que Verónica Segoviano escribió sobre el Nº 13, como trabajo para el curso de escritura creativa on-line
Ubicación:
26584 Herce, La Rioja, España
PUERTAS 13 DE SITGES - Barcelona
Esta entrada está dedicada a algunas de las puertas con el Nº 13 del pueblo de Sitges, las fotos son de Mariona Rifá Bonells y de Salix, dos de mis más fieles colaboradores, y los que más trabajan. Ya que no sólo las fotos son suyas, si no que también los comentarios lo son, cosa que les agradezco mucho.
Sitges, vila marítima de Cataluña, perteneciente en la comarca del Garraf. Antiguo pueblo de pescadores, gracias a la iniciativa de artistas, dinamizadores culturales y mecenas como Santiago Rusiñol, Ramon Casas, Miquel Utrillo o Charles Deering, Sitges se convirtió en lugar de referencia y centro de difusión del Modernismo catalán (comentario de Mariona)
Como podréis ver, tanto Mariona como Salix pasearon por la calle La Carreta, y allí los dos fotografiaron esta puerta 13, que cuenta con un peculiar ladrillo en el que está su numeración.
Entre los siglos XIX y XX, Sitges acogió a pintores, escultores, músicos e intelectuales que dejaron una huella que los sitgetanos han mantenido hasta nuestros días.
En la actualidad, Sitges se conoce por su patrimonio y por ser una villa cosmopolita que sigue atrayendo gentes del arte y la cultura procedentes de todo el mundo.
Sitges, vila marítima de Cataluña, perteneciente en la comarca del Garraf. Antiguo pueblo de pescadores, gracias a la iniciativa de artistas, dinamizadores culturales y mecenas como Santiago Rusiñol, Ramon Casas, Miquel Utrillo o Charles Deering, Sitges se convirtió en lugar de referencia y centro de difusión del Modernismo catalán (comentario de Mariona)
Según la opinión de Salix, es una de las más bonitas
En la actualidad, Sitges se conoce por su patrimonio y por ser una villa cosmopolita que sigue atrayendo gentes del arte y la cultura procedentes de todo el mundo.
Puertas 13 de Salix
Si queréis saber más sobre Sitges, pinchar aquí
M Tresa Cerveró, estuvo en Sitges, y estas dos puertas 13, también fotografió
La sombra de la palmera
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Sitges
Ubicación:
Sitges, Barcelona, España
jueves, 26 de noviembre de 2015
DOS PUERTAS GEMELAS Nº 13 Y UN RELATO LLAMADO "DESCANSO" - Gema Murillo Francés
Para este par de gemelas del pueblo de Bobadilla en La Rioja, me he reservado otro de los relatos del libro "Los Relatores". Espero que os guste.
¡Maldita Niebla! repetía una y otra vez en voz alta mientras conducía un coche alquilado.
Ya había facturado las maletas y tenía la tarjeta de embarque. Le habían asignado el asiento 13D. No estaba muy contento, aunque no era por el número. Cualquier otra persona no hubiera aceptado este asiento porque se trataba del número 13, pero a él eso no le importaba demasiado. Lo que de verdad le molestaba era que la azafata ni siquiera le había preguntado qué prefería, si ventana o pasillo, de modo que le dio uno al azar. Lo único que le aliviaba del asiento 13 era que estaba situado delante de las alas del avión... ni encima de ellas ni en la cola.
Después de dos horas esperando, sentados con los cinturones puestos dentro del avión, el capitán comunicó por megafonía que el vuelo se suspendía debido a la espesa niebla y probablemente no despegaría ningún avión, ya que las condiciones meteorológicas eran bastante desfavorables. Era lo único que le faltaba. Si esperaba hasta el día siguiente no iba a poder llegar a tiempo de entregar los contratos.
¿Será por el número 13? ¡Qué estupidez! pensó.
Estuvo un rato dándole vueltas a la cabeza y al final decidió alquilar un coche y conducir hasta el lugar donde se encontraba la empresa. Tardaría diez horas, pero si salía de inmediato, podría llegar sobre las cuatro de la madrugada y todavía le quedaría cuatro horas más para descansar antes de la reunión. Así que llamó a su jefe y le informó del cambio.
Llevaba casi nueve horas al volante. Había parado un par de veces a llenar el depósito y la segunda de ellas aprovechó para comer algo, pero se sentía tan cansado que no era capaz de continuar, entonces consideró que lo mejor sería hacer una parada más larga. Condujo una media hora más pero no veía ninguna señal que indicara la proximidad de un área de descanso. Los párpados se le empezaban a caer y ya ni siquiera se daba cuenta de qué tema estaban hablando los contertulios en el programa de radio que había empezado hacía unos quince minutos. El cerebro empezaba a desconectarse de la realidad y una vocecita dulce le repetía una y otra vez que no se resistiera. Debía hacer algo, no podía conducir durante mucho más tiempo y no sabía exactamente a qué distancia estaba la próxima área de servicio. En ese momento optó por dirigirse a la siguiente salida y buscar algún sitio donde pasar la noche.
La primera localidad que encontrara situada más cerca de la carretera estaría bien. No tenía muchas opciones. Se encontraba en una comarca bastante desierta. Las ciudades estaban separadas por cientos de kilómetros de distancia unas de otras y entre ellas sólo se podían divisar algunas granjas o pueblos formados nada más que por cuatro o cinco casas.
Al fin se acercaba la siguiente salida, justamente la salida 13.
Apenas había dejado la carretera principal cuando vio un pequeño pueblo. No se lo podía creer, parecía que la suerte empezaba a acompañarle. Al final del pueblo le pareció ver una especie de hotel. Tenía el aspecto de ser un poco viejo, pero él no buscaba nada en particular, sólo una habitación en la que pudiera darse una ducha caliente y dormir el resto de la noche para continuar el viaje a la mañana. Los contratos debían estar en la oficina antes de las 9.00h.
El sitio no era lo que esperaba pero no se moriría, había dormido en sitios peores yendo de viaje con los amigos cuando era más joven.
Buenas noches caballero. le estábamos esperando ¿En qué puedo ayudarle?
¿Cómo dice?... eh... Bueno... Si no me equivoco creo que tienen habitaciones.
Sí... sí...aunque... no todas ellas están disponibles... apenas se detiene nadie por esta zona. Es usted el primero en mucho tiempo.
He conducido muchos kilómetros y necesito descansar. Sólo con que tenga una cama limpia y una ducha de agua caliente me conformo.
Sí señor, ya está preparada.
Eh...¿Cuánto cuesta la noche?
No se preocupe... mañana... ahora descanse. Aquí tiene la llave, verá que sólo hay una planta, es la habitación del final del pasillo... la número 13.
Durante unos segundos miró detenidamente a aquel hombre. Después alargó la mano y, pensando un poco en toda aquella situación, cogió la llave y se dirigió hacia la escalera. La manera en la que le había hablado y mirado desde el principio le provocaba escalofríos. Pensaba que era un poco extraño que, aunque no había tenido ningún huésped en mucho tiempo según había dicho aquel hombre, todavía tuviera a esas horas de la noche de pie detrás del mostrador como si esperara algo. De todas formas tampoco era asunto suyo. Estaba muy cansado y únicamente podía pensar en echarse en la cama a dormir.
Cuando llegó arriba, le esperaba un largo pasillo, oscuro. La única luz que le ayudaba a encontrar el número de las habitaciones era una lámpara pequeña situada en el techo justo a la mitad del mismo. Todas las puertas eran de madera. Ya no se sabía de qué color eran, debido en parte al deterioro y en parte a la suciedad que tenían incrustada.
Por un instante volvía a tener aquella sensación que sintió estando sentado en el asiento 13 del avión. ¡Qué estupidez! volvió a pensar. Pero esta vez no se acababa de auto-convencer. Eran muchas coincidencias y el mismo número 13 y entró en la habitación dispuesto a darse una ducha caliente y dormir las horas que le quedaban. Entonces la oscuridad lo devoró.
Ubicación:
29540 Bobadilla, Málaga, España
miércoles, 25 de noviembre de 2015
CELIA AMORÓS,13 - Cristina Cabedo Laborda
Para esta puerta Nº 13 del pueblo de Matute os voy a contar otro de los relatos relacionados con el Nº 13 de el libro Los Relatores de la editorial Hipálage.
Cecilia Amorós
Me planté en el principio de la calle Celia Amorós y empecé a andar hacia su casa, hacia el número trece. A la altura del portal tres, me paré.La tensión me podía. Había empezado a tener nauseas. Volví a mi apartamento. Hice una tortilla de patatas con los huevos; y se la di al perro.
El 13 de febrero no fallaría. Volví a comprar la "1/2 docena de huevos + 1, por 0,50 euros". Pasé el portal número uno. Pasé el portal número dos. Pasé el portal número tres. Pasé el portal número cuatro. No muy lejos veía el suyo. El quinto, el sexto, el séptimo. Las gotas de sudor esquivaban mis ojos a través de mis gruesas cejas, y bajaban en torrente empapando mi cuello. El número octavo era una joyería, con un escaparate repleto de corazones; mañana era San Valentín. Un paso más y la calle Salvador Dalí cortaba en perpendicular. Desaparecí metiéndome en ella. Volví a mi apartamento. Hice una tortilla francesa con los huevos; y se la dí al perro.
El 13 de marzo si que no fallaría. Había estado concentrado todo el mes para ello. Quería que fuese un trece, porque ella decía que era el número más bonito, aún cayendo en martes. Ya no había oferta de "1/2 docena de huevos + 1, por 0,50 euros. Compré media docena y robé uno. Pasé por el portal número tres. Pasé por la joyería. Me coloqué los cascos para escuchar la radio y no fijarme en nada más. Crucé la calle Salvador Dalí. Continué hasta el portal número doce. Y empezaron a sonar los Smashing Pumkins. Era su "Ava Adore", y nos recordé a nosotros en su casa, con once años, y ella diciendo que cambiara de cana´, que el videoclip le daba miedo. Y ahora prefería los números treces, incluso los martes y trece. Dos lágrimas esquivaron mi nariz para acabar en mis labios. Su sabor algo salado y amargo me gustaba. Volví a mi apartamento. Hice huevos revueltos; y se los di al perro.
El 13 de abril sería el día. Había vuelto la oferta. Compré "172 docena de huevos + 1, por 0,50 euros". Pasé el portal número tres. Pasé la joyería. Crucé la calle Salvador Dalí. No llevaba cascos. Pasé el doce. me planté en el trece. Había una cortina de flores en el suelo. En mis ojos las paredes de aquella casa eran transparentes, y en mi mente había viajado unos pocos y unos cuantos años atrás. Nos veía viendo dibujos en su comedor; nos veía besándonos por primera vez en las escaleras; nos veía haciendo el amor en su habitación. Abrí la huevera y cogí un huevo. La mano me temblaba. Acaricié sus curvas con el dedo pulgar. Levanté el brazo, y con él, el huevo. Y entonces se abrió la puerta. Salió ella, pisando los pétalos del suelo, con un largo vestido blanco y un ramo de flores en las manos. Dejé caer el huevo al suelo; y el resto también. Detrás de ella salió la otra. Con el mismo vestido, el mismo ramo de flores y la misma sonrisa. saqué la navaja y me lancé a por ellas.
Ubicación:
26321 Matute, La Rioja, España
martes, 24 de noviembre de 2015
SAN PEDRO 13 - Cristina Cabedo Laborda
En la entrada de hoy, también dedicada a las puertas con el Nº 13, os voy a escribir otro de los relatos del libro "Los Relatores" (clicar)
Los que sois seguidores de mi blog, ya sabréis a que me refiero, y los nuevos, pues os animo a clicar en Los Relatores y lo sabréis.
Filomena, a pesar de todos los cambios en el pueblo nunca había aflojado en sus funciones: el control del mismo. Detrás de las ventanas de su comedor, con las cortinas abiertas de par en par, observaba cada uno de los movimientos de sus vecinos.
Al lado, había abierto una tienda de chinos, de esas donde puedes comprar de todo.
A las tres del medio día vio como el señor Xen se iba a casa a comer, y eso ya era un poco extraño porque siempre lo hacía a las dos y media,
A las cuatro de la tarde el señor Xen salió de casa para a brir la tienda. Y media hora después fue cuando Filomena lo vio: al señor Xen, en su casa. Y entonces giró la cabeza hacía la tienda, y allí lo volvió a ver: al uno en la tienda y otro en la casa. Y la señora Filomena dijo, oi oi oi oi oiiiii, y se abanicó al tiempo que se balancababa en su mecedora.
Al poco, Filomena no pudo resistir y estampó su nariz contra la ventana de la casa del señor Xen.
Se abrió la puerta con el señor Xen allí y éste le echó un spray sobre la cara y la señora Filomena cayó dormida.
Al despertarse, el señor Xen se lo contó todo. Le enseñó cómo podía muntiplicarse tumbandose en una especie de cama. Lo hacía porque así podía estar en muchos sitios a la vez, y tener tiendas en Castellón y en Madrid, y en Milán y en Beijing, y estar trabajando casi de nueve a nueve en todas ellas a la vez. Y eso estaba muy bien, porque era de trabajador.
El señor Xen tuvo una idea maravillosa, y le dijo a la señora Filomena que si le mantenía el secreto, haría que ella también se pudiese multiplicar. Y así sería vecina de Castellón y de Madrid, y de Milán y de Beijing, y controlaría a los castellonenses y a los madrileños, y a los milaneses y a los pekineses. A la señora Filomena le pareció perfecto. Y no dijo nunca nada a nadie de lo que ocurría detrás de la puerta número 13 de la calle San Pedro, porque una podía enterarse de todo sobre todos, pero nunca contarlo, que eso era, ya, de chismosas.
Los que sois seguidores de mi blog, ya sabréis a que me refiero, y los nuevos, pues os animo a clicar en Los Relatores y lo sabréis.
SAN PEDRO 13
Desde que la señora Paquita, la señora Herminia y la señora Tomasa falleciesen, la señora Filomena ya no acompañaba con su silla en plena calle San Pedro.
"Balcón con visillo"
Su hijo venía a visitarla los domingos por la mañana y se quedaba a comer. Filomena estaba muy orgullosa de él, porque era funcionario y además del Ayuntamiento de Castellón; y no le importaba que fuese invertido y que nunca se hubiese casado, porque ella lo quería de todas formas.
A Filomena le gustaba el señor Xen porque era muy trabajador. Él vivía solo, justo en la casa de enfrente, en el número 13.
Como ésta que se encontraba en el pueblo de San Asensio
La mañana del cuatro de agosto, estaba Filomena mirando por la ventana cuando vió una cortina moverse en la casa del señor Xen. Y después, una sombra. Salió disparada a la tienda del señor Xen para contárselo. Pero aquél ni se inmutó. Continuó con su cara de chino, o de póquer, o de chino jugando a póquer. Y Filomena dijo, aquí pasa algo raro.
En el pueblo de San Asensio
Cristina Cabedo Laborda
Portada de medio punto y grandes dovelas, en una casa solariega del pueblo de San Asensio, en la calle José Iturmendi Nº13 del S. XVII
PUERTAS 13 DE LIEJA - BÉLGICA
Con estas fotos de puertas 13 de Lieja, finalizo con las fotos que Salix me envió de su viaje a Bélgica. Ésta en concreto es del Museo Le Grand Curtis en Lieja. Museo que expone las colecciones de cuatro museos: el de arqueología, el de las armas, artes decorativas y el museo de arte religioso y arte Mosa.
Y, casualmente se encuentra en el Número 13 del Quai de Maastricht de Lieja
Lieja está situada en el valle del río Mosa, en la parte francófona del país, cerca de las fronteras con Alemania y los Países Bajos.
Puerta 13
No sé si Salix y su mujer probaron sus típicos gofres de Lieja, si yo hubiese ido seguro que los hubiese probado, me encanta el dulce. Tengo entendido que hay pequeñas tiendas en las que se elaboran, ahora mismo se me está haciendo la boca agua, y si tuviese uno a mano me lo comería bañado con el sirope que mi hijo me trajo de Canadá.
Ubicación:
Lieja, Bélgica
lunes, 23 de noviembre de 2015
EL 13 HUELE A TOMILLO
No sé si recordaréis lo que os comenté en una de mis entradas titulada Cuaderno de Clase, en ella os hablaba sobre un trabajo que mi amiga Rosario Raro, les había puesto a sus alumnos en su taller de escritura sobre las puertas Nº 13
Pues tengo que deciros que no hace mucho recibí la noticia de que habían publicado un libro titulado Los Relatores en el que están algunos de los trabajos que sus alumnos han hecho durante todo el curso
Según Rosario, el Nº 13 ha dado para mucho y han sido bastantes los relatos que sus alumnos han hecho sobre dicho número, y también me comentó que igual hasta más adelante publican algo sobre el 13 ¡Ojalá lo haga! así podría tener información que compartir con vosotros relacionada con el 13
Aquí va unos de los relatos que a mi me ha parecido el más apropiado y con más relación con mi blog, ya que habla sobre un pequeño pueblo muy similar a los que yo he visitado aquí en La Rioja.
"EL TRECE HUELE A TOMILLO"
Amparo López Marzal
Bruno había nacido un 13 de enero del año 1913 en un pueblo que era el número 13 de una comarca al sur de España. Fue un niño de espaldas estrechas y gafas tristes al que siempre le dejaban en el banquillo con el número 13 a la espalda. Por apellido, le tocó ser siempre el número 13 de las listas escolares.
Sus padres lo vieron claro -para tierra no sirve y ricos no somos- así que la decisión estaba clara, iría al Seminario. En el Seminario a Bruno se le ensancharon las espaldas y le creció la barba. La sotana de novicio fue llenándose con las formas rudas de un hombre de campo, pero ya era tarde ser agricultor y aún pronto para decir misa. El día en que fue ordenado sacerdote era un domingo 13 de abril y de los 13 novicios fue el último en jurar fidelidad eterna al señor. Su madre lloró mucho aquel día -de emoción decía- Se arrodilló ante él y le besó el dorso de la mano derecha. En el rostro taciturno e inexpresivo de su padre apenas percibió una señal de aprobación. Los dos desaparecieron por una puerta que filtraba el sol cegador del medio día. Bruno se quedó esperando un abrazo, como el que confía en un sueño imposible.
A Bruno lo mandaron a una región del norte. El tren con el que cruzó todo el centro peninsular tardó 13 horas en llegar a su destino. El trasero de Bruno acabó escaldado por el roce continuo del rígido asiento número 13 en el que le tocó sentarse.
Cuando se apeó del tren eran las 13 horas del día siguiente a su partida. La estación estaba desierta, a excepción de un pastor y sus ovejas que andaban a lo suyo a unos cien metros de las vías. Sin embargo, la humedad que rezumaba todo aquel verdor le entró a Bruno por cada uno de los resecos poros y sintió que por primera vez en su vida respiraba con el pecho entero, a pulmón abierto. Reconfortado por tan prodigiosa sensación se encaminó hacía el pequeño pueblo de montaña. tampoco por las calles se encontró a mucha gente; los vecinos debían estar comiendo o descansando. Aún así, le sorprendió porque en el lugar del que él procedía decenas de ojos se habrían asomado entre los visillos para espiar su llegada. En poco más de media hora estaba frente a la casa parroquial, que ocupaba el número 13 de la plazoleta de la iglesia. Llamó con la aldaba de bronce renegrido que tenía la forma de un corazón alado y esperó.
Bruno dio un respingo mal disimulado cuando la puerta se abrió y al otro lado apreció una mujer de mediana edad, con la piel curtida propia de los que han trabajado siempre a la intemperie y el pelo negro recogido por un pañuelo apretado. Clavó sus ojos castaños en Bruno
- Buen día, ¿el padre Bruno?
- Si, señora, soy yo.
- Soy Elisenda, su casera.
Bruno conoció su nuevo hogar siguiendo el rastro de tomillo que dejaban las faldas anchas de Elisenda. Ese olor que le llegaba hasta el pensamiento se mezclaba con alguna delicia que se estaba cocinando a fuego lento.
- Huele muy bien -dijo en voz alta Bruno.
- Son alubias con tocino . Pensé que le apetecería comer algo caliente.
Habían llegado a la cocina y Elisenda recogió su chal, colgado de un grueso clavo en la pared, junto a la recia mesa de roble.
- Bien, pues ya le dejo. Vendré cada día por la mañana, le arreglaré la casa y le dejaré la comida hecha. Luego tengo que sacar las ovejas. Adiós.
En las semanas siguientes, Bruno se estableció en su nueva vida. Madrugaba. rezaba. Llegaba Elisenda, arreglaba la casa y le hacía la comida. Decía misa de doce. Comía. Rezaba. Dormitaba. Leía sus libros de santos y algún que otro de filosofía que siempre llevaba escondido . Rezaba. Miraba por la ventana del dormitorio, hacia las montañas, imperturbables bajo una neblina constante, quietas sobre los pastos empapados de verde.
Elisenda andará por allí- pensaba- con las ovejas. Misa de seis. Vuelta a los libros. cena. Se acostaba y no dormía. pensaba y en los pensamientos se le quedaba el olor a tomillo de las faldas de Elisenda. Rezaba y, al final, se dormía.
Una noche, se disponía Bruno a cenar cuando la marmita se volcó y la perdiz escabechada, las patatas y la zanahoria rodaron por el suelo de la cocina filtrando su jugo por entre las baldosas arcillosas. El Olor a tomillo era tan intenso que Bruno se mareó y tuvo que desabrocharse el alzacuellos y algunos botones de la sotana. Algo habrá en la despensa -pensó- Sin embargo, salió a la calle, dobló la esquina y llamó a la puerta que tenía el número trece de esa calle. Abrió Elisenda.
- Mosén ¿qué pasa? ¿Se encuentra bien?
Bruno le explicó y la casera cogió su chal y se fue para la casa del cura. Recogió rápido el desaguisado, fregó el suelo trapo en mano y puso al fuego unas patatas con berros. Esperó a que el agua hirviera y bajó al fuego.
-Ya está, Mosén, sólo tiene que apagar el fuego en unos veinte minutos y podrá cenar. Yo tengo que marcharme, a esta hora ya ando durmiendo.
Mosen no contestó, estaba lívido, respiraba con dificultad. Sus pensamientos se cocinaban a fuego fuerte y el único sabor, el único olor, era de tomillo. Elisenda alargó la mano para coger el chal que estaba colgado detrás de donde se sentaba Bruno y la mano se le fue del chal a la frente del mosén.
-Tiene usted fiebre, mosén.
-Usted, usted... huele tanto a tomillo - balbuceó Bruno mientras aferraba la mano a Elisenda.
Dieron las doce en el campanario de la iglesia, cuando el mosén Bruno le levantó las faldas de tomillo a la casera Elisenda, mientras ésta le mostró el modo más sencillo de llegar hasta Dios. Al sonar la una de la madrugada, Bruno sintió que esas trece horas eran el número de una vida.
Pues tengo que deciros que no hace mucho recibí la noticia de que habían publicado un libro titulado Los Relatores en el que están algunos de los trabajos que sus alumnos han hecho durante todo el curso
LOS RELATORES |
Aquí va unos de los relatos que a mi me ha parecido el más apropiado y con más relación con mi blog, ya que habla sobre un pequeño pueblo muy similar a los que yo he visitado aquí en La Rioja.
"EL TRECE HUELE A TOMILLO"
Amparo López Marzal
Bruno había nacido un 13 de enero del año 1913 en un pueblo que era el número 13 de una comarca al sur de España. Fue un niño de espaldas estrechas y gafas tristes al que siempre le dejaban en el banquillo con el número 13 a la espalda. Por apellido, le tocó ser siempre el número 13 de las listas escolares.
Sus padres lo vieron claro -para tierra no sirve y ricos no somos- así que la decisión estaba clara, iría al Seminario. En el Seminario a Bruno se le ensancharon las espaldas y le creció la barba. La sotana de novicio fue llenándose con las formas rudas de un hombre de campo, pero ya era tarde ser agricultor y aún pronto para decir misa. El día en que fue ordenado sacerdote era un domingo 13 de abril y de los 13 novicios fue el último en jurar fidelidad eterna al señor. Su madre lloró mucho aquel día -de emoción decía- Se arrodilló ante él y le besó el dorso de la mano derecha. En el rostro taciturno e inexpresivo de su padre apenas percibió una señal de aprobación. Los dos desaparecieron por una puerta que filtraba el sol cegador del medio día. Bruno se quedó esperando un abrazo, como el que confía en un sueño imposible.
A Bruno lo mandaron a una región del norte. El tren con el que cruzó todo el centro peninsular tardó 13 horas en llegar a su destino. El trasero de Bruno acabó escaldado por el roce continuo del rígido asiento número 13 en el que le tocó sentarse.
Cuando se apeó del tren eran las 13 horas del día siguiente a su partida. La estación estaba desierta, a excepción de un pastor y sus ovejas que andaban a lo suyo a unos cien metros de las vías. Sin embargo, la humedad que rezumaba todo aquel verdor le entró a Bruno por cada uno de los resecos poros y sintió que por primera vez en su vida respiraba con el pecho entero, a pulmón abierto. Reconfortado por tan prodigiosa sensación se encaminó hacía el pequeño pueblo de montaña. tampoco por las calles se encontró a mucha gente; los vecinos debían estar comiendo o descansando. Aún así, le sorprendió porque en el lugar del que él procedía decenas de ojos se habrían asomado entre los visillos para espiar su llegada. En poco más de media hora estaba frente a la casa parroquial, que ocupaba el número 13 de la plazoleta de la iglesia. Llamó con la aldaba de bronce renegrido que tenía la forma de un corazón alado y esperó.
Puerta con el Nº 13 en Haro - La Rioja |
Aunque ésta no tiene una aldaba de bronce renegrido en forma de corazón alado, bien podría haber sido la puerta de la vivienda del mosén Bruno
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- Buen día, ¿el padre Bruno?
- Si, señora, soy yo.
- Soy Elisenda, su casera.
Bruno conoció su nuevo hogar siguiendo el rastro de tomillo que dejaban las faldas anchas de Elisenda. Ese olor que le llegaba hasta el pensamiento se mezclaba con alguna delicia que se estaba cocinando a fuego lento.
- Huele muy bien -dijo en voz alta Bruno.
- Son alubias con tocino . Pensé que le apetecería comer algo caliente.
Habían llegado a la cocina y Elisenda recogió su chal, colgado de un grueso clavo en la pared, junto a la recia mesa de roble.
- Bien, pues ya le dejo. Vendré cada día por la mañana, le arreglaré la casa y le dejaré la comida hecha. Luego tengo que sacar las ovejas. Adiós.
En las semanas siguientes, Bruno se estableció en su nueva vida. Madrugaba. rezaba. Llegaba Elisenda, arreglaba la casa y le hacía la comida. Decía misa de doce. Comía. Rezaba. Dormitaba. Leía sus libros de santos y algún que otro de filosofía que siempre llevaba escondido . Rezaba. Miraba por la ventana del dormitorio, hacia las montañas, imperturbables bajo una neblina constante, quietas sobre los pastos empapados de verde.
Elisenda andará por allí- pensaba- con las ovejas. Misa de seis. Vuelta a los libros. cena. Se acostaba y no dormía. pensaba y en los pensamientos se le quedaba el olor a tomillo de las faldas de Elisenda. Rezaba y, al final, se dormía.
Una noche, se disponía Bruno a cenar cuando la marmita se volcó y la perdiz escabechada, las patatas y la zanahoria rodaron por el suelo de la cocina filtrando su jugo por entre las baldosas arcillosas. El Olor a tomillo era tan intenso que Bruno se mareó y tuvo que desabrocharse el alzacuellos y algunos botones de la sotana. Algo habrá en la despensa -pensó- Sin embargo, salió a la calle, dobló la esquina y llamó a la puerta que tenía el número trece de esa calle. Abrió Elisenda.
- Mosén ¿qué pasa? ¿Se encuentra bien?
Bruno le explicó y la casera cogió su chal y se fue para la casa del cura. Recogió rápido el desaguisado, fregó el suelo trapo en mano y puso al fuego unas patatas con berros. Esperó a que el agua hirviera y bajó al fuego.
-Ya está, Mosén, sólo tiene que apagar el fuego en unos veinte minutos y podrá cenar. Yo tengo que marcharme, a esta hora ya ando durmiendo.
Mosen no contestó, estaba lívido, respiraba con dificultad. Sus pensamientos se cocinaban a fuego fuerte y el único sabor, el único olor, era de tomillo. Elisenda alargó la mano para coger el chal que estaba colgado detrás de donde se sentaba Bruno y la mano se le fue del chal a la frente del mosén.
-Tiene usted fiebre, mosén.
-Usted, usted... huele tanto a tomillo - balbuceó Bruno mientras aferraba la mano a Elisenda.
Dieron las doce en el campanario de la iglesia, cuando el mosén Bruno le levantó las faldas de tomillo a la casera Elisenda, mientras ésta le mostró el modo más sencillo de llegar hasta Dios. Al sonar la una de la madrugada, Bruno sintió que esas trece horas eran el número de una vida.
Ubicación:
26200 Haro, La Rioja, España
PUERTAS 13 DE MALINAS - Bélgica
Hoy también os muestro puertas 13 de otra de las ciudades belgas, que Salix me envió de su último viaje. Estas en concreto son de la ciudad de Malina, me comenta que capturó varias muy diversificadas en tiempo y estilo.
Después de los atentados en París, se está hablando mucho de Bélgica, y eso me hizo pensar en el viaje que hizo Salix, y se lo hice saber. Su respuesta ha sido que ellos también están afectado ya que estuvieron cruzando Molenbeck durante los siete días que allí estuvieron. Me cuenta que entre la estación Central y su hotel tan solo habían dos estaciones de metro, Molenbeck era la del medio, y casi siempre les apetecía hacer el paseo de 20 minutos a pié, y atravesar el tapiz de hoja caduca amarilla del parque que se encontraba en el medio del camino. "Son cosas del destino".
Me ha comentado varias anécdotas de algunos de sus viajes y la verdad es que se me han puesto la carne de gallina. Una de ellas fue en Egipto, mataron a más de 30 turistas que iban a Abu Simbel en autobús el mismo día que ellos iban en un avión prehistórico, y en Marruecos atacaron el hotel Atlas Afni unas semanas después de haber estado alojados. Como bien dice, han tenido mucha suerte, y ojalá siempre sea así, ya que hoy en día..........
En esta ciudad que se encuentra entre Bruselas y Amberes, celebran en el centro de la ciudad cada año, un Festival de rock, llamado Maanrock que quiere decir "Rock de la luna"
También de junio a septiembre se pueden escuchar los Conciertos de carillón, que se celebran por las calles de la ciudad. aunque si alguien quiere escuchar el concierto con más tranquilidad, lo puede hacer en el Centro Cultural.
Otro de los eventos que también se celebra en Malinas, es la Procesión Hanswijk, en ella miles de personas ataviadas con trajes de época van narrando pasajes de la biblia, historias y milagros de Nuestra Señora de Hanswijk.
Malinas cuenta con un Museo dedicado al juguete, en él se pueden ver exhibiciones de como éstos han ido evolucionando desde tiempos antiguos hasta nuestros días.
Ubicación:
Malinas, Bélgica
NÚMERO 13 CAZADO - Aranjuez
Hoy os dejo una puerta 13 que Emilio Avilés Gonzalez cazó en Aranjuez. No sé vosotros, pero cada vez que escucho nombrar a esta ciudad, enseguida me viene a la mente "El Concierto de Aranjuez".
No hace mucho escuché decir que estos días, esta composición musical para guitarra y orquesta del compositor Joaquín Rodrigo, celebraba su 75 aniversario. ¿Sabías que esta obra es la obra musical española, más popular y la más interpretada en todo el mundo?
domingo, 22 de noviembre de 2015
PUERTAS 13 DE BRUSELAS
Hace unos días recibí un mensaje de nuestro amigo Salix con un montón de puertas Nº 13 que ha fotografiado en algunas ciudades de Bélgica, que no hace mucho ha visitado. Voy a comenzar con "Ciudad de Bruselas", su capital. Sí, así es como oficialmente se le llama a Bruselas, la principal sede administrativa de la Unión Europea.
Esta ciudad forma parte del Reino de los Países Bajos, por una resolución del Congreso de Viena y, para quien no lo sepa os diré que dicho congreso se creó en la ciudad austriaca de Viena, tras la derrota de Napoleón I, y fue para restablecer las fronteras en Europa, y reorganizar las ideologías políticas del Antiguo Régimen.
También me envía el siguiente comentario y, como me parece muy interesante os lo dejo tal y cómo él me lo cuenta: "Los vuelos low cost a Bruselas son baratos. Lo ideal es coger un hotel fijo en la capital y desplazarse en tren por todo el país. Para una persona mayor de 65 años se paga un precio fijo de 6 euros, billete de ida y vuelta, no solo recorridos cortos, sino incluso cruzarse el país, por ejemplo de Lieja a Brujes, que son casi 200 kms.
Las personas entre 26 y 65 pueden comparar por 76 euros un billete de 10 viajes, entre cualquiera de las ciudades del país. Los menores de 26 años tienen reducciones. Y los trenes desde Bruselas pasan habitualmente cada 15 ó 20 minutos.
Los hoteles son mucho mas baratos los viernes-sábado-domingo cuando la multitud de diplomáticos se van de week-end a sus naciones. Es un país bellísimo. Y las puertas 13 son ya una parte importante de nuestros viajes".
Las puedes encontrar en las Galeries Saint-Hubert de Bruselas
Local Nº 13
Ciudad que incluso tiene dedicada una calle a Mafalda, cerca del Manneken Pis, la famosa escultura de bronce que representa a un niño pequeño desnudo orinando dentro del cuenco de una fuente.
Ubicación:
Bruselas, Bélgica
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